miércoles, diciembre 19, 2012

El ciclo de Kara Thrace: Finale



¿Cuántas veces repetimos el ciclo? ¿Conocerlo es la muerte verdadera?
la nave de resucitación no es más que una alegoría de nuestro juego,
gracias Kara, el ciclo está a salvo, la vida sigue y sigue,
y la espiral se proclama verdadera, como una creatura nueva.

El sentido de su vida, mi observación permanente y cuando faltó el temor: todo es parte de mí. Dios. Al fin lo recuerdo, bajo todas las sombras angulares. Es necesario que olvide que Dios y yo somos lo mismo, para cuando recuerde, escriba sin sesgo divino todas las vidas: cylons y humanos por igual.

Todo estaría perdido. Pero Kara…

Kara mi querido mensajero, mi poderosa guerrera, mi semi-diosa sudada; guió la historia en mi ausencia, aterrizó en la tierra mis delirios y al final; cuando supo que estaba cerca de lo perdido, me invocó y volvió. Kara, poseedora de mi valor y coraje, mas no de mi miedo; se alza como un ser alado y de golpe me devuelve mi carácter divino.

Fue mi reflejo, simuló mortalidad y brindó muerte. Muerte obscura y luna eterna para todos aquellos que me pertenecen. Esa necesaria destrucción para la reactivación de los vientos, de la chispa y aliento, que da vida a lo natural y artificial. ¡Oh Kara! ¡Cómo agradecerte que te desprendieras de mí y ejercieras mi voluntad en el mundo terral! Con nuestra unión gobernamos nuevamente y creamos las canciones de las estrellas.

Nuestra sinfonía perfecta se reanuda. Cuando el tiempo nos consuma, tú volverás. Recuerda trabajar sin miedo y con fuerza, forja con fuego tu alma, edifica tu mundo y solidifícate como acero. Prueba el amor esta vez mi querida hija, te permitirá diluirte entre los mortales y al sentir el verdadero dolor, me despertarás nuevamente.

Kara. Vuela nuevamente cuando hayamos terminado. Regresa entre los tuyos siendo yo, vuela veloz en tu viper, destruye cuando sea necesario, inmortaliza tu raza y planta recuerdos a cada instante. Estaré observando, mientras lentamente te olvido y será tu objetivo cautivar con tus encantos y ejercer mi divinidad por los ciclos de los ciclos, amén.

lunes, diciembre 17, 2012

El ciclo de Kara Thrace: Unión de luces



¡Tormentas, fuego, lluvia ácida y estrellas! ¡Al fin juntos!,
como la marea que siempre regresa, como las burbujas
explosivas, como el universo que termina, nos encontramos;
este destino es nuestro, tracémosle.  

Beso. La básica expresión de unión, de magia, de sentimiento. Pueden pasar siglos sin que el sabor desvanezca, sin que el sonido diluya, sin que recuerde el comienzo. Kara me besa, pero su beso lleva una pasión armónica, no blasfema, con sentimientos claros y evidentes. No estamos ahí por un ardiente deseo, no es la burda carne, ni las hormonas. Es una necesidad paternal, filial, de energía atómica uniendo nuestros cuerpos.

Así se creó el universo. Con la unión de dos, con el regreso de su hija a su padre, uniendo los cabos sueltos, danzando valses perfectos, sudando con cada respiración y exhalaciones calientes. Así nacimos y nos repetimos cada instante, segundos para los Dioses, eones para los hombres, suspiros para Kara Thrace. Así convergen las líneas espaciales, así se entienden las coordenadas: nos llevan a donde empezamos, en donde se curva la luz y la gravedad nos vuelve súper densos.

Inexperiencia. Las gotas de agua circulan por nuestra espalda, son la destilación de energía consumada, la creación. Escribir con saliva y dibujar curvas imaginarias, mas se convierten en imágenes superpuestas cuando cierro los ojos, es masa crítica a punto de ebullición. Con paciencia, sin esperar nada, me entrego a la musa, buscando mi sombra entre sus piernas.

Su beso y abrazo me capturan, siento sus manos, piernas, abdomen, aliento y cabello. Pruebo su piel, saboreo sus ojos, su boca y su lengua; su mente se va fundiendo lentamente con la mía. La sensación va más allá de cualquier entendimiento, es una coreografía antigua que me hace recordar. Cuando una burbuja revienta y ella deja de respirar, desaparece dentro de mí. Somos uno.

jueves, diciembre 13, 2012

El ciclo de Kara Thrace: Recuerda matarte



¡Cuántas palabras caben en tus besos Kara! Recuerda suspirar por ti todas las noches. Tienes la boca llena de dulces rubíes. Tus labios son fresas, las fresas son dulces rojos, rojos rubíes. Tus ojos me ciegan de tanto resplandor. Tus ojos son soles, el sol es el fuego, el fuego la luz, la luz resplandece.

Kara Thrace libera su cuerpo y lo deja caer en lo suave de su cama. Su mirada perdida, trata de enfocarse en la fotografía. Un espiral de colores. Dibujo recurrente de su infancia, capturado ya hace mucho tiempo en un trozo de papel, verlo ahora implica divergencias extrañas.

Se desnuda por completo, se despoja de cada prenda y pensamiento lentamente. Solamente se cobija parte de sus piernas y deja descubierto el lugar donde la espalda pierde su honesto nombre. Su cuerpo sigue caliente de tanta concentración, el agua no alcanzó a tocarla, se volvió nube y ahora llueve en todas partes.

De pronto me ve. Lo sé pues algo se remueve en su mirada, como mariposa sacudida de una flor, como una vibración en su retina, me mira y me sonríe. Después sigue concentrada en ese espiral; su cuerpo parece ingrávido, flotando en su cama, su leve sonrisa confirma mi presencia y no me deja entenderla. Se voltea con su mirada puesta en el cielo, ese cielo visible a través de la nave, de las literas, la mugre, las ratas y los cuerpos.

Caída. Comienzo a caer, como si mi observación me traicionara, me veo acercarme sin reproches, dando saltos cuánticos, mil horas divinas o segundos mortales trascurren asimétricamente. Junto a ella me doy cuenta que mi tiempo es su tiempo, mi mano empieza en su cadera y sus labios terminan en los míos.

miércoles, diciembre 05, 2012

El ciclo de Kara Thrace: Armonía del fuego


 
Música al ritmo de vals, sube y baja, como la marea,
sus cenizas giran en el viento, polvo y espuma provocando
la luz es transparente, confunde con su aura, evocando;
son ilusiones obscuras, mas encienden fuego y brea.

Regala un poco Kara, bésame lentamente con tu alma,
tu dulce lengua, va marcando la pauta rítmica y eleva,
sangre cylon, sabor sintético y vida eterna,
la muerte no teme, solamente espera.

Una y otra vez, cuando algo faltó no logró sentir la entrega, no alcanzó el orgasmo,  el alcohol no fue suficiente, la consciencia se crispó, un golpe fuerte sacudió el cerebro, el amor sin sabor a esperanza; faltó el temor. Mas la armonía perfecta, donde danzan las estrellas y se acaba el infinito comienza con una canción llamada Kara.

El amor. Palabra fuerte, llena de fuego que trasmuta el alma. Dios ¿estás ahí? Después de tantas horas dedicadas a ti, todavía no se llena ese hueco frío entre el corazón y el crisol. Sus pasos metálicos por el viejo corredor,  asciende sin titubear a la nada. Kara, ¿Cómo te trata tu saliva? ¿Cuántos besos necesitas entregar para salvarme?

He descubierto una verdad: Kara Thrace. Ella, solamente ella, con las llamas encendidas, creando música divina, me mostró el camino, sólo falta recorrerlo sin quemarme. Hablar de ella por eones, recostarme en su almohada y succionar su aroma. El ciclo se repite, como un espiral de caracol, como la Vía Láctea, unidos siempre, divinos.

jueves, noviembre 29, 2012

El ciclo de Kara Thrace: una Diosa sudada


La luna acechante y precoz, lanza su magia plateada brillante,
si tan sólo el metal decidiera ser transparente, sin tan sólo la sonrisa de Kara
no reflejara más luz que la luna, así,
las esferas del universo resonarían
como una sola melodía apabullante.

Las flores de Cáprica decoran y dan profundidad al amor,
si tan sólo durara un segundo, sin tan sólo Kara no fuera
eterna como el universo, así,
los bosques se volverían difusos
como átomos elefantes sin color.

Si tan sólo Kara, sin tan sólo,
Si tan sólo no robaras respiraciones por la noche
o activaras borbotones sin reproche,
Si tan sólo Kara…

 
Descansado frente a un piano imaginario, Kara puede verse en varias presentaciones. Luces centellantes causan sudoración fría, nuevamente, todo o nada. Aniquilación o exaltación. Su mirada fija en un objetivo, una llama de fuego puede verse, la chispa que la mueve, el óxido de metal, el rojo palpitante, la muerte.

La máxima concentración provoca evaporación lípida. Difícil de lograr, pero la adrenalina, la falta de miedo y la fuerza son sus aliadas. Nunca más miedo. En ese sentido se mueve, sin razón, sin simpatía por ella misma. La respiración como un eco en su casco, las estrellas del universo saludándola, la ingravidez de su cuerpo y la desesperación por matar o ser matada.

Como una estrella que explota, el cylón despareció en una llamarada de microuniverso, Kara sonríe; supera nuevamente las expectativas: es la mejor. La meta personal es una cosa, pero nuevamente, la ingravidez ya no solo se siente en el exterior, sino en sus entrañas.

martes, noviembre 27, 2012

El ciclo de Kara Thrace: fragilidad



 
Rojo dolor, refleja el metal
latido pulsante y lento respiro
el fuego universal, purificador elemental

 
Música fatua, ojos ardientes
sonata perfecta, memoria pendiente
reflejo sombrío y sangre en los dientes


La respiración se escucha con ecos dentro del casco oxigenado, todo lo ve a través de un cristal azulado de realidad aumentada. Cada detalle en el espacio se percibe con capacidad sobrehumana, Kara se siente un cylon. Su visión y su existencia misma están limitadas a su traje. Piensa en la fragilidad del hombre, capaz de todo y de nada. Tan solo un soplido de fuego, una falla en el aire, la ausencia de agua, lo condenaban.

 
¿En realidad necesito eso? Una punzada en su pecho, es la sensación de reja vu. Recuerda que recuerda algo, pero el recuerdo no aparece, todo está dispuesto a repetirse en un ciclo. ¿Cuántas cosas ocultas yacen en la más profunda obscuridad de los recuerdos perdidos? ¿De qué depende la existencia y dónde está la línea delgada que nos divide? Si tan sólo Dios lo supiera, el Dios único.


Kara respira profundamente. Sus entrañas le hablan. Se comunican con vacío y dolor. El olor a cigarro está arraigado en su cabello. Exhala y puede olfatear su aliento, ese olor propio, definido tan sólo por ella misma, con clara textura, sabor y color. Sus entrañas le estrujan fuertemente por dentro, siente la necesidad de un abrazo, una lágrima resbala por su mejilla y salta… dejando el aroma de su aliento en el cielo.

lunes, noviembre 26, 2012

El ciclo de Kara Thrace: so say we all





El arte de sobrevivir tan sólo con adrenalina, la fuerza y el miedo son cosas diferentes, sentidas desde ángulos opuestos ante la eminente caída del status quo. No obstante, se necesitan en diferentes dosis. Ante la impotencia del espíritu, la adrenalina da el primer impulso, la fuerza proyecta y el miedo vuelve a los seres paranoicos.

 
Y La fe. La esperanza. La divinidad. El propósito.

 
El deleite de una copa de vino, la luz que olvidamos ver, lo extenso del universo y los elementos primordiales. Se vislumbran en la sombra, atrás del aro de Saturno, las constelaciones mágicas forman entramados de luz.

 
Kara Thrace nunca lo reflexionó, no sabía de dónde venía ese vívido guerrero cuando se adentró en lo profundo de su misma naturaleza. No sabía nada. No sabía de música, de armonía y perfección. Poco sabía de la divinidad y su deidad, pero sobre todo, nunca supo nada del miedo.

 
La palabra clave para explicar a Kara Thrace es, fue y será destino.


jueves, noviembre 08, 2012

Okinawa

 
Las pequeñas callecitas empedradas vibraron dentro de mí. Esa vibración sentida en la epidermis de mi alma cuando respiro en estas islas. El sol en mi cabeza lanza sus rayos dorados e ilumina mi sendero, sus luces se expanden como un virus y llegan a mis dedos acompañados de un ligero cosquilleo.
 
 
La gente mira con amabilidad y compasión mi ligero paseo ¿acaso estoy flotando?  Sonrisas me explican que me entienden, me dan la bienvenida al vientre materno, me han esperado por años y aceptan mi regreso sin tanta emotividad – era obvio que volvería.
 
 
Las plantas tienen los colores necesarios. Las observo con cuidado y detenimiento, saboreo su textura, su brillantez y sus recovecos; quiero guardar en mi mente la imagen perfecta y el olor que emanan.
 
 
El cielo está despejado y una nube blanca adorna la decoración; los pájaros graznan de alegría junto al mar y el olor a brisa es el fondo del telón. Como un gato, ronroneo cuando roso con mi mano las casitas, mis pies descalzos se enfrían con la roca que pisan y mis ojos lagrimean cuando el sol sale por detrás de las montañas.
 
 
Hace muchos años, tendido estaba sobre estas hierbas. El camino ha terminado, nunca lo seguí porque no tenía forma, pero terminé aquí.

jueves, octubre 18, 2012

Reunificación

Sentía que el cansancio se había apoderado de su mente. Comprobó que su cuerpo no respondía, sus músculos atrofiados por la vida sedentaria no funcionaban, su mirada estaba desenfocada y su mente saltaba como un colibrí. ¿Dónde está la alegría? se preguntó. Pero era demasiado tarde. La felicidad ya no lo podía alcanzar, se había quedado varios metros rezagada, entre los árboles azules y las estrellas verdes.
 
Decidió renunciar. Cayó al suelo como una gelatina, sin huesos, sin postura y sin elegancia. Su respiración se hizo lenta, mientras polvo muy antiguo entraba por sus pulmones, su cuerpo se relajó finalmente al sentir la textura y la gravedad. Después de ser cometa sin hilo, hallaba firmeza.
Ya no aguantaba más, así que decidió fundirse y perder forma. Su cuerpo humano dejó de ser y dio paso a un pequeño charco en el centro del bosque azul. El líquido servirá para darle de beber algún mamífero y vivirá por siempre en él, también en los árboles, en la luna naranja o en las estrellas verdes.

jueves, agosto 30, 2012

Mexican Frenzy: Ataque aéreo


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Me había quedado dormido y Laura dormía a mi lado acurrucada en posición fetal. Yo yacía bocarriba, el cansancio me había vencido y me dormí sin acomodarme. Cuando abrí los ojos, de nuevo me saludó el techo de mal gusto. Todos los demás estaban despiertos.

— Sabemos que se trasmite rápidamente si hay intercambio de fluidos — dijo el dogo. — Ósea que si me cojo un zombie me transformo — se burló el Gera. — No seas mamón — continuó el dogo — pero sí, si tienes relaciones sexuales, deberías de transformarte en chinga por lo que hemos visto. Pero también puede ser que el virus sea aéreo. — Pero si es así todos nos vamos a transformar eventualmente — dijo el Mireles en voz baja, su buen humor, había desaparecido. — No — interrumpió el Mike — Yo creo que el Rudo tenía una herida abierta y le cayó sangre o algo, por eso se transformó. — Puede ser — consintió el dogo. El Mireles sonrió — Eso me haría un parote.

Era posible. El rasguño en sí no había transformado al Rudo, porque en un inicio no hubo intercambio de ningún fluido. — Otra opción es que sea algo mágico — las palabras salieron de mi subconsciente, sin que las pensara primero. — No mames — renegó el dogo — ¿Lo dices en serio?, — Sí ¿por qué no? — Reviré. —jajajajajajaja — se empezó a reír el Mike y él.  —Bueno, es una posibilidad, no sabemos nada ¿no?  — los interrumpió la Neni. — Gracias — le contesté.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? — preguntó la Neni. — Yo digo que en honor al Rudo, vayamos a la azotea a buscar el helicóptero, ¿si se acuerdan ese vato estaba aferrado? — bromeó el Gera. — Chingado Gera — dijo el Mike con una sonrisa en su cara — Nunca dices nada en serio cabrón. — Hay que seguir con el plan del dogo — dije poniéndome de pie. — ¿Qué plan? — Me preguntó Laura. Le ayudé a incorporarse y le contesté: — Ir a buscar las llaves de un carro y salir de la torre, después, hay que huir de la ciudad y luego a las islas. — ¿Siguen con eso? — Liz estaba escéptica y nos veía a todos con mala cara, había perdido sus zapatos por lo que se veía de más baja estatura de lo normal, ya que siempre llevaba zapatos de tacón. A ella nunca le pareció buena idea ir a las islas, se le hacía fantasioso pensar en eso. Quizá tenía razón, muchos años mis amigos y yo fantaseamos sobre cómo escapar de un ataque de zombies, pero la realidad es que no se podía planear nada a largo plazo. La situación era desesperada y sólo se podía luchar por continuar con vida, sin esperar mucho del futuro — Con que salgamos del edificio, luego planeamos lo que siga — dije con voz firme.

Caí en cuenta de que no había silencio absoluto, extraños ruidos provenían del techo, como si se arrastrada alguien rápido y toscamente por los plafones cerca de donde estábamos nosotros. Ese maldito techo, desde hacía tiempo tenía un mal presentimiento acerca de él. Todos miraban hacia arriba, captaron que algo anormal estaba ocurriendo. — ¿Qué fue eso? — preguntó susurrando la Denis. — Shhh… — silenció el Gera, llevándose el índice a la boca. Se escuchaba más cerca, como un costal de harina siendo pateado. — No mames — dije. — ¿Es posible…? — Era una pregunta retórica. Con un ruido que nos hizo saltar a todos… se rompieron los plafones y cayeron cuatro muertos vivientes sobre nosotros escupiendo sangre. Esquivando hábilmente, todos escapamos a las esquinas de la gran habitación. Nuestros reflejos habían mejorado en el último día y medio de sufrimiento y terror.

En el centro, pude reconocer al zombie que se mostraba más agresivos de todos, se arrastraba en el suelo con un ahínco descomunal y lanzando mordidas a nuestros pies: era el Rudo.

martes, agosto 28, 2012

Mexican Frenzy: Desesperanza



—¡A la madre, qué chingón! — dijo el Mike con una sonrisa cuando nos asomamos por el plafón. Rápidamente él y el Mireles acercaron una mesa para que pudiéramos bajar. Ellos estaban en una sala de conferencia. Era más grande que la oficina en donde nos habíamos quedado nosotros, pero igual, no tenía ninguna ventana por la cual escapar. En el salón estaban: El Mike, La Neni, Liz y el Mireles. Cuando bajamos el Mireles dijo — ¿Y el morro de lentes? ¿El Rudo? — El dogo intentó contestarle, pero su voz salió temblorosa — El Rudo... — no era necesario terminar, el Mireles entendió y movió lentamente su cabeza.

—¿Qué pasó? — preguntó la Neni. — Se convirtió en zombie después de tantas horas, el rasguño de su pierna si lo contagió, no sabemos por qué — explicó el Dogo. La Neni abrió mucho los ojos y apretó el brazo del Mike con fuerza… — ¿Qué pedo, qué pasa? — Le pregunté. El Mike volteó a ver al Mireles, se veía tristeza en su cara, después me volteo a ver a mí y los demás, dejó su mirada fija en un punto de la pared… — ¿Qué? — interrumpió el Gera. — El Mike soltó la verdad de golpe: — Al Mireles lo rasguñó un zombie en el brazo.

Todos guardamos silencio. Mireles levantó la cabeza, tenía el rostro desencajado, quería hablar pero las palabras simplemente no podían surgir de su boca. El Gera se acercó y  puso su mano en su hombro — Tranquilo wey. Vamos a ver cómo evoluciona. — Sí — prosiguió el Mike — A lo mejor no siempre funciona igual esta infección rara o lo que sea. — Además, todavía falta que salgamos que de aquí y quizá haya gente trabajando en crear alguna vacuna — continué yo para animarlo. — ¡Mungs!, eso no sucede nunca, las vacunas jamás funcionan — remató el Mireles. — Ya cálmense — intervino Liz. — Espero que estés bien, no te preocupes, aquí vamos a estar contigo Mireles —todos asentimos en silencio.

Mireles se había desesperado un poco con los comentarios, pero después se relajó. Se sentó en una esquina con la mirada perdida. Sergio Mireles había contribuido mucho a que estuviéramos vivos y tan sólo pensar en que pudiera correr la misma suerte que el Rudo…

Me recosté en el piso meditando. Me pregunté en silencio, por primera vez, qué estaba pasando. ¿Sería una infección como decía el Mike? ¿Sería una maldición, una especie de magia de sangre o acaso obra de necromancia? ¿Por qué había ocurrido en ese momento? No había respuestas. Miré hacia arriba con atención: El techo no me podía decir nada. Sólo era un techo extraño, blanco con acabados plata, era feo y de mal gusto. — Bueno, si estamos cansados y estresados no vamos a lograr nada. — dijo Mireles con voz baja. Nadie contestó, pero el comentario fue tomado como propuesta. Todos se sentaron en el suelo en silencio, cada uno con un universo en su cabeza. Pude ver en sus miradas que se hacían las mismas preguntas que yo. Todos se veían devastados. Por primera vez sentí tristeza y ganas de llorar.

miércoles, agosto 22, 2012

Mexican Frenzy: Recuerdos



Fue un verano poco lluvioso en la ciudad de México. Nos reunimos varios amigos de Hermosillo y del DF para ir a un concierto, días después, en un bar la pesadilla comenzó. Lo que parecía una velada normal en la Condesa, terminó convirtiéndose en una catástrofe que nos fue arrastrando lentamente en la desesperación, la sangre y la muerte.

¡Zombies! Por todas partes, en la calle, en los techos, en los automóviles, en cualquier rincón la muerte había decido venir y cobrarse con los vivos. Emprendimos nuestra huida, no sin antes golpear y volver a matar muertos vivientes que nos asediaban buscando un trozo de nuestra carne. Hicimos planes para escapar de la ciudad más densamente poblada del mundo, pero las cosas salieron mal. Primero decidimos parar en un supermercado para conseguir provisiones y armas, fuimos atacados pero nadie resultó gravemente herido.

Cuando teníamos un plan, se volcó nuestra camioneta en la calle Reforma y no nos quedó más remedio de correr para sobrevivir. Con algunas armas rudimentarias nos volvimos expertos en matar  lo que ya se supone que debería de estar muerto. Tuvimos que correr con todas nuestras fuerzas, el cansancio era abrumador, pero la adrenalina nos mantuvo vivos. Logramos entrar a la torre mayor después de un gran esfuerzo. Diego heroicamente ayudó a Nacho, no obstante, antes de alcanzar refugio fue mordido en una pierna. Se convirtió y Liz tuvo que matarlo.

La acción traumatizante quedó bien grabada en nuestros corazones. Algunos rieron, otros callaron y después no volvimos a tocar el tema, pero no lo olvidamos, ninguno de nosotros pudó hacerlo. Entramos a la torre mayor y tuvimos por fin un momento de paz. Cuando parecía haber esperanza, Nacho desapareció misteriosamente, no sin antes cometer un descuido grave: dejar la puerta del edificio abierta de par en par.

Acorralados, escapamos y el grupo se dividió. Mi grupo se encerró en una oficina de la torre mayor, para evitar ser devorados.

En esa pequeña oficina, tuvimos otra gran pérdida. El Rudo, que había soportado la travesía con una pierna herida por un rasguño, finalmente se había transformado. Ninguno de nosotros sabe qué fue lo qué paso. ¿Por qué después de tantas horas el Rudo se había convertido en zombie? Sobrevivimos a su ataque, pero tampoco logramos matarlo nuevamente. Escapamos subiendo por los plafones de las oficinas y dejamos atrás a lo que fue un buen amigo. Después de movernos acalorados y cansados por el techo, encontramos al resto del grupo y nuevamente estamos todos juntos.

Mike, Neni, Mireles, Laura, Dogo, Liz, Gera y yo.

Llegó la hora de seguir y vencer a la muerte antes de que nos consuma… 

miércoles, julio 11, 2012

El círculo del terror | parte 1


Nos juntamos en mi casa de México a pistear. Ya cuando eran las 12 de la madrugada, mucha gente se empezó a ir por que tenían que trabajar el otro día. ― Así son los martes 13 ― dijo Rodolfo. Era la típica peda, donde la raza que quedaba, ya estaba empezando a filosofar; algunos seguían hablando de las elecciones, que Peña Nieto está bien pendejo, qué hubo fraude, que hay que respetar al IFE, etc.

Los siete grandes que seguíamos en pie de lucha, es decir, con ganas de pistear “como si no hubiera mañana” éramos, el Dogo, el Gera, el Mike, el Rudo, la Diega, el Mireles y yo. Entonces se me ocurrió la idea “friki” de hacer un rito de invocación.  ― Déjate de mamadas, pinche payaso ― dijo el Diego, como era su costumbre de protestar ante todo. ― No, fuera de onda, está curado este rollo, miren, dice la leyenda que si se reúnen siete personas, se sientan en forma de círculo y cada uno cuenta una historia de terror, el miedo acumulado del alma humana, hace un llamado a través de varias dimensiones y  se aparece un fantasma azul. Cada uno de nosotros debe de tener una lámpara de papel azul y cuando terminemos de contar el cuento, la apagamos, así hasta que hayamos apagado las siete velas dentro de las lámparas. ― Yo digo que chale ― dijo Rodolfo. ― !Qué culones! ― dijo el Gera: ― Hay que hacer esa madre que dice el Munguía, nomás pa’ ver que pedo.

El Mike dijo que le parecía buena idea, los demás también estaban convencidos, el Mireles dijo, mirándome con los ojos entrecerrados y sonriendo levemente: ― Mungs no me digas que tienes esas pinches velas y lámparas de papel. ― Ahuevo ― dije también sonriendo. ―Pinche wey, me cae que eres bien raro ― apuntó el Rudo. ― Bueno, bueno, bueno, ya trae las pinches lámparas ― interrumpió el Gera, el parecía más entusiasmado que todos en contar una historia de terror.

Saqué las lámparas, prendimos las velas, apagué las luces y mi departamento quedó iluminado por una tétrica luz azulada. ― Ay wey ― dijo el Diego ― Si está “vergos” esto. ―Tranquilo, ¿quién empieza? ― dije. El Gera se levantó, le tomó un trago de fondo a su cheve y dijo: ― Por supuesto que yo…


Doble Ración
Hace muchos años viajé por Asia. Decidí que quería conocer lugares no visitados por nadie, así que busqué guías que me llevaran a donde nadie quería ir. En mi búsqueda me topé con una leyenda japonesa que hablaba de la isla azul, que originalmente fue creada sólo por burbujas, antes de que todas las islas del mundo pudieran haber sido creadas. Indagando, encontré un viejo pescador me afirmaba que él sabía llegar a esa isla, pero temía que no quería atracar ahí, me podía acercar lo más posible y volver por mí una semana después.

No voy a mentirles, ni tampoco a exagerarles, el viaje fue tranquilo, el mar en esa parte del mundo parece muerto. Tiene olor a algo que se mueve poco, como peces estancados en el mismo lugar. El cielo estaba completamente despejado y sin neblina, tampoco había nubes, ni aves en el cielo. A los tres días divisamos en el horizonte a la  isla, el viejo me indicó que me podía acercar un poco más, mientras su barca no tocara la tierra. Después de unas horas, descendí de la balsa, el agua me llegaba a la cintura y sentí el fresco del mar envolviendo la mitad de mi cuerpo. El viejo se veía sereno, se rascó la cabeza y me advirtió que tuviera mucho cuidado: ― la isla estaba embrujada. Me animé más, me alegré honestamente, lo que más deseaba en el mundo era encontrarme con cosas extraordinarias, la vida tiene más sentido si puedo toparme con lo fantástico. Claro, en ese momento, aún no ponía a prueba mis nervios y mi sensatez, poco sabía de lo cerca que estaba de cumplir mi ilusión. ― Está embrujada. Recuerda ver tus manos y repetir tu nombre si necesitas saber quién eres. ― Sí señor, gracias. El viejo seguía observándome, me daba la sensación de que veía a través de mí.

Me adentré a la isla y al poco tiempo descubrí una aldea. Me impresioné. La gente era muy tradicional, vestían ropa japonesa antigua, caminaban por caminos de tierra bien definidos y sus casas estaban elaboradas con madera rústica y papel. Mi sola presencia paralizó al pueblo, que estupefactos me miraron como bicho raro, asumí que era natural, ya que pocos viajeros habían pisado esa polvorienta localidad.

Salude con un movimiento de cabeza, sabía que no habría forma de comunicarme con ellos. Se acercaron a mi unos niños y un anciano, me saludaron jovialmente y empezaron a hablar en alguna variante de japonés. La gente estaba feliz con mi presencia, todos venían a saludarme y yo regresaba el saludo, hasta que por fin una anciana muy vieja y pequeña habló en un español perfecto: ― Te saludo foráneo. Te hemos esperando varios siglos, por fin se ha cumplido el designio de esta isla. Escuchar sus palabras me dejó perplejo, no esperaba escuchar nuestro idioma en lugares tan remotos… ― ¿Cómo es qué sabe español? ― la vieja soltó una carcajada y me dijo: ― He dejado de sorprenderme de las cosas que sé. Esa fue su única respuesta, así que la respeté y seguí  de pie, pensando en que algo extraño estaba a punto de ocurrir.

― Ven ― me indicó ― Esta noche festejaremos. El sol antiguo nos llama, llegas en el tiempo preciso. La bella Mitsuko te está esperando. ― No entiendo, no conozco a Mitsuko ― dije completamente desconcertado. ― Eso es lo que tú crees. Cuando la veas, la recordarás ― Fue su vaga respuesta.

Caminamos durante varios minutos a la plaza central del pueblo. La plaza estaba decorada con varias estatuas de dragones que parecían girar alrededor de algo que ineludiblemente era el sol, había varios árboles de sakura que apretujaban el ambiente de la plaza y en el centro había un largo camino que atravesaba todo el pueblo. Empezaron las danzas, la comida, la fiesta, los fuegos artificiales, las carcajadas, la celebración al antiguo sol. Me dejé llevar por la fiesta, bebí, comí, sonreía a todo el mundo, hasta bailé un poco. La comida era deliciosa, el ambiente era perfecto, las bebidas embriagantes. Era felicidad pura, la experiencia perfecta que nunca olvidaré.

De repente todo quedó en silencio. Miré a todos lados y la anciana se puso de pie y dijo unas palabras en japonés. Después me miró y dijo: ― Mitsuko se aproxima, ¿estás listo?, inmediatamente dije que sí, sin pensarlo. Todos se movieron del camino central, al final del camino pude ver la figura de una mujer completamente de rojo, con cabellera larga y negra, que caminaba hacia mí. Tardo varios minutos en llegar y todos estábamos en silencio, observándola.  Cuando por fin llegó, se inclinó ante mí y me dijo en español perfecto ― Soy tu prometida de tus otras vidas. Era perfecta, la simetría de su rostro, sus ojos negros, su boca roja, su voz melódica, hasta podía percibir su olor a flores. La anciana me preguntó ― ¿Aceptarás casarte con ella? ― no sé si fue el alcohol, la belleza, el cansancio, la felicidad o la combinación exacta del tiempo y el espacio, pero de mi boca brotó la palabra ― Sí.

La ceremonia fue folklórica. Después la vida con Mitsuko fue deleitosa hasta el día 6. Todos los días la vislumbraba al despertar, su respiración paralizaba la mía, sus miradas detenían el tiempo, sus manos eran suaves como el barro y su sonría irradiaba todo como el sol. Sin embargo, no todo estaba bien, algo me pasaba. Mi felicidad siempre se ponía delante para ocultar que me estaba debilitando, cada mañana tenía menos fuerza y no sabía por qué.

La mañana del sexto día salí a caminar un rato por el pueblo, cuando me encontraba por primera vez lejos de Mitsuko, un agujero se abrió en mi estómago con un vigor tormentoso. Moría de hambre, quería comerme todo, un árbol, la tierra, el pasto, a la gente que pasaba, las nubes, todo me parecía apetitoso. Reparé en un señor que vendía frutas y me acerqué para pedirle una, la mordí y sentí el placentero sabor de la manzana en mi boca, ácido y dulce; se disolvía en mi lengua y resbalaba lentamente a mi estómago.

Me di cuenta que había perdido varios kilos, era obvio que algo malo me estaba ocurriendo. Había algo en ese perverso en el pueblo y en Mitsuko. Tratando de recordar los últimos días, caí en cuenta que no recordaba haber comido nada en absoluto, la última vez había sido en el festival del sol. Quería comer otra manzana, pero no podía seguirlas tomando gratis. No sabía qué hacer. Si regresaba con Mitsuko, quizá volvería olvidar todo. Decidí regresar a casa cuando la luna se mostraba completamente llena en el cielo.

Encontré a Mitsuko en la cocina, al instante me sentí enamorado. La sensación cálida recorrió mis venas y paré junto a la mesa. Indeliberadamente recordé que debía tener hambre, aunque sólo sentía una inmensa sensación de sueño y flotación. Me miré las manos y dije en voz clara ― Yo soy Gerardo Hernández. ¡En ese momento pude ver la realidad! Mis ojos se abrieron con ardor, mi boca se secó de pronto, el hambre combinado con miedo era devastador, mi estómago se hizo trizas, mis dedos temblaron y no pude evitar caer al suelo en mis rodillas. Mitsuko estaba devorando toda la comida, pero tenía una enorme boca en su nuca que era la que comía todo con avidez atroz, de mi cuerpo se debilitaba, como si estuviera consumiendome. Sus cabellos eran como tentáculos negros y horripilantes que tomaban palillos, platos y cuanta cosa estuviera en su camino.

Me puse de pié con toda la energía que me quedaba y comencé a correr. Corrí sin parar hasta que llegué al lugar en donde me había dejado el viejo una semana atrás. Mi corazón acelerado, mi mente volando, mi respiración entrecortada y a lo lejos escuchaba el rumor de una muchedumbre que se acercaba. En el horizonte vi la pequeña balsa, me eché al mar y nadé con todas mis fuerzas, hasta llegar a la balsa del viejo. Subí y me quedé tendido viendo a las estrellas, el viejo no hablaba, seguía remando tranquilamente. ― Gracias ― le dije. El sólo me sonrió.

domingo, julio 08, 2012

Huella religiosa

Caminar por Guanajuato es entrar a un libro de Juan Rulfo. Se puede reconocer al indio mágico con su burrito, al jornalero, al viejo cura que a todos conseja y a la señora devota que va toda cubierta de negro bajo el sol.

Hay templos e iglesias en todas partes, y si uno entra, siempre hay alguien rezando.

Es extraña la sensación. Es la fe pura, sin cuestionamiento y poco entendimiento de sus orígenes.

viernes, julio 06, 2012

Noche sin estrellas

Nuevamente el mismo sueño, una mujer de cabellos ondulados me decía que las cosas no son lo que parecen. No le pude ver su rostro, desperté antes.

Mi corazón latía fuertemente y sentía un agujero en mis entrañas. Bajé el pie izquierdo de la cama y sentí el frío del piso de mi habitación. El ambiente era húmedo, afuera escuchaba la lluvia arrullando las ventanas y banquetas; la lluvia refrescaba al edificio y a los gatos. Parpadeé dos veces porque creí ver algo en la puerta de enfrente de mi cuarto, "quizá el reflejo de tantos espejos que hay en esta casa, quizá mi perro se encuentra dando una ronda nocturna, quizá mi imaginación, quizá los efectos del sueño" - fue como lo justifiqué.

Bajé el otro pie y volví a sentir el frío. Mi respiración era lenta, estaba sudado y me llevé ambas manos al rostro; al fin me decidí a levantarme por un vaso de agua. Eso ayuda mucho, caminar, descubrir que no hay nada más allá, que la mente nos juega trucos y no queremos aceptarlos, "nos gusta tener miedo" - pensé.

Ya erguido volví a ver algo. Mi imaginación nuevamente me quería tener arrinconado, pero ante esas situaciones, siempre hay una parte de mi que goza con el atrevimiento y la valentía, así que caminé al cuarto de enfrente, quizá si cerraba la puerta del cuarto dejaría de pensar más en la mujer de los cabellos ondulados. 

En el pasillo convergen dos imágenes de dos espejos, uno del baño y otro grande en el pasillo. Una extraña elección para mi gusto, porque justo en ese lugar uno se siente atrapado entre varias imágenes de uno mismo yuxtapuestas sin sentido, en el día, pasa desapercibido, pero por la noche, en ese punto se detiene el tiempo, el aire se condensa como si estuviera caminando bajo el mar. Me resultó inevitable echar una mirada a mi alrededor, dentro de las imágenes de los espejos.

Mis manos temblaron un poco cuando nuevamente la vi, fue algo fugaz y una punzada de miedo comenzó desde mi espalda hasta la nuca, desapareció al instante pero sentí el rose de mi perro en mi pierna, que justo pasaba por ahí cuando la extraña imagen había decido rodearme por la espalda. Sentí la pata de mi perro sobre mi pie descalzo y algo estaba mal. Me avisaba de algo, mi perro también lo sabía "las cosas no son lo que parecen" - pensé. En vez de avanzar o retroceder, giré mi cuerpo para volver mi mirada al cuarto que había abandonado hacía unos minutos y pude ver a mi esposa sentada en la cama con la cabeza agachada. El miedo llegó a niveles desproporcionados, sentí que mis piernas se volvían de gelatina, mis brazos flotaban como en aire caliente y mi cabeza sintió un descalabro, como un martillazo que te deja moribundo.

"¿Estas bien amor?" - pregunté con la boca seca, mi voz fue áspera, no denotaba miedo, pero si aprensión. Esperé unos minutos sin obtener respuesta. Tenía que avanzar hacia ella, aunque estuviera prisionero en ese espacio de poder, en ese maldito espacio del terror, donde convergen imágenes extrañas, donde el universo se achica entre dos espejos. Moví ligeramente mi pie y ella levantó la cara. Horror. Mi perro lloró quejoso, mis manos sudadas se abrieron en un espasmo, mientras lanzaba mi cuerpo hacia atrás en un brinco de terror, mi estomago estaba a punto de vomitar miedo y mis ojos estaban completamente abiertos, intentando entender lo que veían.

Mi esposa, tenía su cabello ondulado en vez de lacio, su postura era recta como de extrema concentración, pero donde debía estar su cara, no había rostro. No tenía ojos, no tenía nariz, no tenía boca, sólo una figura sin nada, sin pasión, sin sentimientos, era la frialdad de la nada. No era algo borroso, era algo nítido, pero sin expresión, ver su cara sin rostro, daba la sensación de estar perdido en el limbo, de flotar sin gravedad, de no tener tiempo, de no tener fin, era una sensación de no ser. Sentí que me iba a desmayar ante tan abominable juego del destino, me senté en el piso al ver que ella se levantaba y se dirigía hacia a mi y en todo lo que pasó después, nunca dejé de pensar "nada es lo que parece".


Basado en "El Noppera-bō y la charca de koi"

lunes, julio 02, 2012

domingo, junio 17, 2012

Comida solitaria

Después de algunas contrariedades, terminé comiendo solo observando Bellas Artes. Agradecí la paz, la falta de distracción y el encontrarme solo con mis pensamientos.

lunes, junio 11, 2012

Azul profundo


Sumergido en los sueños y en la realidad, me encontré una vez cerca de la orilla del mar. Las olas trataban de devastar las rocas que le hacían frente con valentía, el sol se apagaba lentamente en el horizonte, sus rayos naranjas me daban calor directo en el corazón. Sentí el frío profundo empezar a recorrer mi cuerpo, primero mis pies descalzos, después mis piernas, luego mi estomago, mientras la humedad lentamente iba devorando la sequedad provocada por el desierto.

Bajo el mar caminé unos pasos sin sentir temor de no respirar, pero cuando una sirena me pidió que respirara lo hice. Tragué el agua salada con los latidos de mi corazón acelerados, pero es todo, no morí, respiré mar, respiré azul y arena, sin más.

Con ayuda de la sirena comencé a descender en las profundidades místicas del reino de los mares. Pasamos por debajo de las rocas, mi mente estaba concentrada en el contraste de colores, olores acuáticos, sabores y sensaciones frescas que rodeaban mi cuerpo. El camino fue largo, pero esperé, sin sentir nunca desesperación por lo que me fuera a ocurrir.

Cuando llegamos a la ciudad, creo que una lágrima se escapó y se perdió para siempre en las lágrimas infinitas del océano. Era una sensación extraña, feliz y triste, de impresión y aprensión, de emoción y decepción. Era hermoso, lo más hermoso que jamás he visto en mi vida. Las rocas, las algas, la luz emanada por fuego azul, los enormes pilares de piedra, sus columnas iluminadas, llenas de vida, llenas de poder. La ciudad bajo el mar era toda la utopía jamás soñada por el hombre: lejos de distracciones, sin medios que manipulen las mentes de los hombres, sin pudor por vestirse bien, sin preocupación por ser mejor que el vecino. Era una sociedad completa, de ayuda y fraternidad, cuyo objetivo era disfrutar todo: la vida, la muerte, el sol, el fuego, el agua, el mar, la sal, las algas, la comida, el sexo, la diversión, el estudio, la meditación, la introspección y compartir todo, siempre.

Mi compañera me tomó la mano después de una semana de vivir ahí. Por su gesto, sabía que tenía volver al mundo de la superficie y no recordaría nada, eso me entristeció mucho pues me resultaba difícil dejar ir la experiencia y la idea de que quizá nunca volvería. Pero la sirena me prometió volver y recordar, aunque fuera un recuerdo soñado y borroso, aunque yo mismo no lo creyera.

viernes, junio 08, 2012

Vestigios

Un tiempo mejor. Aun queda ese tiempo en cada uno de mis pasos, escondido y a la luz, trazando el futuro con recuerdos.

jueves, junio 07, 2012

Mi callejón



Entre el sanbors de los azulejos y el banco, está este callejón que transito de lunes a viernes. Me llena de nostalgia imaginar que este pequeño pasaje a visto carreteras, caballos, perros, carteles y personas durante varios siglos.

Siempre me detengo ahí un minuto, saboreando la pared y el viejo edificio de ladrillos que se ve a lo lejos. No importa la prisa en ese lugar. Se detiene el tiempo, la gente camina lentamente al ritmo del grupo de jazz callejero, que normalmente tocan en este lugar.

Mi callejón de recuerdos, siempre ahí para tranquilizarme y transportarme a historias que no conocí.

miércoles, junio 06, 2012

En memoria a Ray Bradbury



Hoy murió Ray Bradbury, uno de los mejores escritores de ciencia ficción que ha conocido el mundo. Bradbury tuvo gran influencia en mi cosmovisión, modificó ciertos parámetros de mi universo y abrió mi mente a lo sutil que puede ser la ciencia ficción. Este género, tan despreciado por la gente de letras, a veces nos lleva de la mano con un fuerte componente imaginativo, justificando brillantemente la magia del futuro y la tecnología. La ciencia ficción no está preocupada por una buena elección de palabras, ni de rimas, ni mide con exactitud cada prosa. No, la ciencia ficción tiene como su aliada a la imaginación. El componente imaginativo lo es todo, y la capacidad de contar una gran historia especulativa es lo más importante.

Bradbury es uno de esos escritores de ciencia ficción que no nada más escribe sobre el futuro y las consecuencias del progreso. Él tocó la psiquis de los lectores, logró cautivarnos con pocas explicaciones y en sus historias se mezcla la crueldad y otros sentimientos bajos, con robots, tecnología, paisajes y un gran misterio.  Logra entusiasmarnos con imágenes que jamás soñamos, nos describe universos que no sabíamos que estaban ahí, sin embargo, una vez que los vemos, jamás los olvidamos.

¿Quién no es capaz de recordar Marte como si hubiera estado ahí después de leer Crónicas Marcianas? Siento que conozco la tierra roja, los ríos plateados, el frío celestial y los espacios creados a partir de nuestra imaginación. ¿Puede aparecer un viejo pueblo estadounidense en Marte? Sí, es posible. Y si se acaba la humanidad y sólo quedas tú, ¿hablarías a todos los números de teléfono posibles para ver si alguien contesta?

Por último, la catástrofe también tocó la imaginación del buen Ray. Quemar libros. En un futuro la humanidad en guerra, enajenada por la televisión, y para actualizar un poco Fahrenheit 451, enajenados con smartphones. ¿Quemaremos kindles en el futuro? Quizá no, pero la enajenación ahí está, la falta de apetito por la lectura y el conocimiento es un mal generalizado en nuestros días.

Espero sinceramente que su muerte haya sido apacible y llena de esperanza, que su paraíso se vuelva realidad y ojala algún día me lo encuentre, cuando visite marte y con mis pies descalzos sienta por primera vez la arcilla roja de ese planeta, escribiré su nombre en la arena para la eternidad.

domingo, junio 03, 2012

Días de lluvia

Los días de lluvia tienen un extraño sabor. Por un lado el olor a tierra mojada me sabe a té verde, es decir, naturaleza pura en mi boca, humedad y vida.

Pero en una ciudad como México, lo verde es escaso y el aroma natural es devorado por el cemento mojado y los metales oxidados.

Alguna vez en mi vida la lluvia llenó mi corazón de felicidad, mi corazón seco y lleno de sal se daba un respiro. Ahora mi corazón esta húmedo y la lluvia no ayuda, solo provoca suspiros

jueves, mayo 24, 2012

El día más feliz

Templo en Matsushima

Camino al templo...
Era una mañana de lunes, cuando César y yo terminamos de hablar con los representantes de Singapur, entonces, César me dijo “Luis Felipe, eres libre, te veo en el trabajo la semana que viene”. No voy a negar que toda mi aventura para llegar a Japón me había fascinado, también estaba encantado por haber viajado de Tokio a Sendai, por comer en las calles, por ver anime por todos lados y por estar en la torre de Naciones Unidas. Pero hasta ese momento, todo había sido reuniones de trabajo y a partir de ese preciso momento era libre de conocer mi país favorito: Japón.

Desde niño sentí fascinación por Japón. Cuando jugaba al “Stop” con mis primos, elegía siempre Japón. Mi fanatismo por Japón no se reduce al gusto por el anime, como es el caso de la mayor parte de los japanofílicos de México. No, yo voy más allá. A mí me encanta su comida, sus ciudades, su historia, su cine, su arte plástico, su música, sus mujeres, su religión, sus mascotas, sus contrastes, lo he estudiado toda mi vida. He leído más libros de historia de Japón que de cualquier otro país, así como revistas, blogs, etc.


Venta de pinturas en la calle
Ese día, Laura y yo, decidimos ir un poco más al norte de Sendai, a un pequeño pueblecito llamado Matsushima. Sendai es la ciudad más importante de la región de Tohoku, que fue una región gobernada por el señor feudal Date Masamune. Masamune (con el mismo nombre de la espada del Frog en el Chrono Trigger) vivió en Matsushima y construyeron un templo en su honor.
Fuimos a la estación de tren de Sendai, que era muy bonita. Vendían unos pequeños panecitos llamados “moshi”, también había dulces, revistas, etc. Tomamos un pequeño trenecito rumbo al norte, que nos trasportó lenta, pero cómodamente. Al bajar del tren, sentí la paz. Se escuchaba muy tenuemente el mar, como una caricia muy suave, no era estruendoso, no era bravo, era un suave arrullo que se sentía en el aire. La humedad era moderada y fresca, una sensación nueva de mar y bosque entremezclada. Las pequeñas callejuelas daban la sensación de familiaridad, me hacía imaginar historias de un pueblo donde todos se conocen.


Estatuas que estaban camino al templo
Empezamos a caminar rumbo al templo de Masamune, en el camino, a un lado de la calle se podía ver el mar inmenso y azul, y sobre él, unas cuantas islas salían a saludarme. La gente caminaba lentamente por las calles, sin prisa. Había varios vendedores situados a lo largo del camino que llevaba al templo. Vendían brochetas de pulpo, ramen, dulces, presentōs (souvenirs) de gatitos de la suerte, dragones, etc. Laura me recomendó comer gyūtan, que es la comida típica de la región de Tohoku, es lengua de res a la parrilla, pero en Matsushima la preparaban con condimentos y la insertan en un palo, como si fuera una paleta de carne. Obviamente, moría por probarla, pero decidimos primero continuar nuestro camino al templo.

Adentrándose en el bosque
La entrada del templo nos adentraba en el bosque, alejándonos del mar. El sendero era poco inclinado y había una  la sensación cambio en el clima, el calor se había ido de pronto. Un silencio fresco me envolvió, escuchaba claramente el viento, un poco de agua corriendo cerca y un tenue rumor de voces de turistas. Hermoso lugar para caminar: piedras, estatuas budistas y sintoístas, grandes pinos alzándose a la orilla del camino, musgo verde, nubes blancas y un cielo azul se asomaba entre lo alto de los árboles.

El templo era de madera, al entrar nos quitamos los zapatos y comenzamos el recorrido. La sensación de andar descalzo me resultó maravillosa, podía sentir en la planta de mis pies la fresca madera. Al entrar, todos guardaban un silencio respetuoso, caminamos hablando en voz baja, observando los colores, que a diferencia que la mayoría de los templos japoneses, estos eran más claros y rústicos. La combinación principal era entre el blanco y el café, aunque había algunas tonalidades de rojo que no pueden faltar en Asia. Había algunas armaduras que usó Date Masamune, famosas por sus cuernos asimétricos. Las pinturas eran clásicas de la época Tokugawa, planas, con mucho rojo y amarillo, ejemplificaban momentos claves en la vida de Date. Estuvimos un buen tiempo en ese hermoso lugar, en la sala de meditación nos sentamos un rato, con las piernas entrelazadas en silencio, observando cada detalle, bebiendo cada segundo, respirando la frescura del bosque y la antigüedad.

Afuera había jardines, bancas rojas, arena, estatuas, bosque, sueños, historia y toriis (arcos). Fue como encontrarme a mí mismo en algunos momentos, una sensación de déjà vu me abordaba cada vez que observaba con atención un árbol o a un torii rojo que se alzaba en contraste con lo verde. “Alguna vez viví aquí” me dijo a mí mismo y cuando dije estas palabras una sensación de frío y calor me recorrió de la columna hasta la nunca. No es que los jardines fueran magnificentes como algunas obras de occidente, eran sencillos, pero reflejaban paz, armonía, es algo que se puede explicar cuando estás ahí y simplemente lo sabes.
Puente rojo

Después caminamos nuevamente hacia la calle. Al fin comimos gyūtan y pan de arroz, la gente siempre era muy amable con nosotros, aunque no entendíamos japonés y ellos no entendían inglés, no fue difícil que adivinaran que queríamos comer y que pudiéramos pagar el número de yenes adecuados. El sabor de la comida era fuerte y diferente, todavía puedo saborear en mi boca esa sensación rústica, como todo lo que había conocido ese día.

Finalmente, teníamos que cruzar por los puentes rojos a las islas. Esas pequeñas islas que decoraban el mar como manchas verdes de moho, esos terrones que se aferran a dar vida a algunos pinos y arañas. En las islas había varios templos. Respetuosamente, tocamos la campana uno de ellos y guardamos un momento de silencio mientras el sonido de la campana se extinguía lentamente. En una isla, la más grande, de repente todo se volvía silencioso cuando atravesamos por un lugar cavernoso. En el cielo se podía ver una enorme telaraña y varias arañas parecían flotar entre las nubes y el sol. De pronto en el silencio sólo escuché el sonido de los insectos, un sonido que había escuchado tantas veces en animaciones japonesas, me sacó una sonrisa descubrir que eran sonidos reales, que no formaban parte de un estudio de animación, sino a la naturaleza propia de la isla.
Arañas flotadoras

Poco a poco iba atardeciendo, el sol se perdía entre los pinos más altos y las montañas del oeste. Era hora de volver. Mi corazón latía con velocidad al sentir que me despedía. Esperaba en la vieja estación del tren, donde había casitas de madera y unos pocos japoneses esperaban como yo, cerca de las vías del tren. Subí al tren, pero no fui infeliz. Sólo supe que recordaría ese día para el resto de mi vida, era uno de esos días que te marcan, que te cambian. Me iba en ese tren y dejaba algo en ese lugar, un suspiro, un respiro, una mirada…







Papelitos de los deseos

domingo, mayo 20, 2012

Salir de México

Irse, alejarse. Donde no hay mas autos que arboles, donde el sol brilla, calienta y da energía. La sensación natural, de civilidad no sintética es genial. No es Sonora, pero me conforta que no es el DF.

jueves, mayo 17, 2012

Es mejor olvidar



― Yo no dije eso. Nacho estaba seguro por unos segundos, pero… ― Sí dijiste, ayer, cuando estabas viendo la tele. ― fue la respuesta de su novia. Era el clásico dilema, ya no estaba seguro de que había dicho, sólo sabía que no había puesto atención. Su concentración en ese momento del pasado, eliminó esos minutos de su vida en que su novia le estaba platicando de algo que le pareció trivial. ¿Qué hacer? ― Puede ser, la verdad es que no recuerdo bien ― fue su torpe respuesta. ― ¡Nunca me pones atención cuando te estoy contando algo!... El reclamo se extendió por los próximos 26 minutos, y aunque Nacho intentó poner atención esta vez, se perdió el 70% del tiempo.

¿Por qué los humanos no son capaces de recordar todo lo que viven? Se preguntó Nacho ese día. Algunas veces había olvidado cosas importantes en su trabajo, en ocasiones olvidaba el paraguas, tampoco podía recordar todos los libros que había leído, ni siquiera podía recordar con claridad cada película que había visto ¿Por qué? Le parecía que la memoria del ser humano era algo tan efímero que lo hizo sentirse insignificante.

Esa noche antes de dormir deseó con mucha fuerza poder recordar todo. Las posibilidades serían infinitas, seguramente tendría más éxito en su vida, se comunicaría mejor con la gente, le iría mejor en el trabajo, etc. Recordar todo lo que ha vivido, cada momento, cada comida, cada persona que había visto alguna vez en la calle, sería extremadamente interesante, no había forma de que si su deseo se cumpliera, no fuera feliz.

Al otro día despertó y sintió una paz mental que pocas veces había sentido. Mucha claridad, recordaba claramente lo que había deseado con tanto fervor la noche anterior, también fue capaz de recordar perfectamente su sueño, en donde platicaba bajo un árbol con una persona desconocida. Empezó a recordar la pelea que había tenido con su novia con total claridad, e incluso, buscando en su mente, recordó cosas que ni siquiera sabía que habían ocurrido en esa charla. Entonces lo supo. Su deseo se había hecho realidad. Recordaba cosas de la conversación, aunque hubiera estado perdido en sus pensamientos.

Hizo un experimento e intentó pensar en un día aleatorio de su vida, decidió escoger el 14 de mayo de 1998, en esa fecha cumplió 16 años. Recordó perfectamente todo: el pastel, sus amigos, el regalo de su mamá, que ropa traían puesta cada uno de los invitados, la música de fondo, el sabor en su boca de las papas con salsa que comió y después el sabor de la carne asada. Era algo increíble, se había cumplido su deseo. Haciendo memoria se dio cuenta que su novia mintió la noche anterior, que él no había dicho nada de lo que ella le reclamaba. Sonrió. El mundo era suyo, era un nuevo lugar donde él tendría la ventaja sobre todos.

El día fue maravilloso. Le reclamó a su novia, pero a la vez, recordó varios detalles de ella, que la hicieron feliz. También se acordó del nombre de toda la gente en el trabajo, sabía muchos detalles que nadie más sabía, su conocimiento se incrementó al recordar varios libros técnicos que había leído. Al final del día, fue a cenar a casa de sus padres. Mientras se tomaba un chocolate caliente, era tan feliz de saber con toda seguridad, que el sabor del chocolate que hacía su mamá no había cambiado en el tiempo. En un arrebato de felicidad decidió contarle a su mamá. ― Mamá, hoy desperté y pude recordar todo lo que alguna vez me pasó… ― durante horas Nacho habló de todos los detalles que podía traer a la memoria con tanta claridad, su madre estaba bien asombrada, hasta que de repente se le ocurrió decir: ― Me acuerdo que cuando eras un niño de tres años tenías un amiguito imaginario, ¿te puedes acordar de eso también? ― ¡Claro mamá…! ― de repente Nacho palideció, su mamá preocupada se acercó a tocarle el hombro y preguntarle si estaba bien.

En unos segundos, pudo recordar que en efecto de niño tenía un “amigo”. Muchos niños tienen amigos imaginarios y los olvidan para siempre, mucha gente cree que es normal, debido a la imaginación de los niños. Sin embargo, Nacho, sintió un escalofrío mortal que recorrió toda su espalda, empezó a sentir ganas de vomitar y sus ojos de pronto estaban secos fijos en un sólo lugar.

La criatura que fue su amigo, era un ser horripilante que es imposible describir con el lenguaje común que hemos inventado los hombres. Muchas imágenes grotescas se pueden unir para formar la atrocidad más grande que la mente humana pueda crear, pero aun así, no serían algo tan horrible y nauseabundo como el amigo de infancia de Nacho. Su color era de un verde fangoso y en algunas zonas color rojo sangre. Su piel era viscosa, como un órgano animal expuesto al aire libre. No tenía extremidades para caminar, se arrastraba y dejaba un rastro baboso, como si fuera un caracol, sin embargo, se movía con rapidez. Tenía seis extremidades que usaba para tocar, tomar y agarrar cosas, eran velludas como si se tratara de una tarántula. Su rostro era una masa informe, donde resaltaban dos protuberancias rosas y en la punta tenían una esfera amarilla, que era por donde la criatura veía. En vez de boca solo tenía un agujero en el centro de su ser, Nacho sabía que ese agujero baboso era su boca, porque recordaba que él, inocentemente, había alimentado a la criatura con comida que robaba de su refrigerador.

Pero su alma se desbordó cuando recordó que el ser horripilante era capaz de comunicarse con él sin producir sonido alguno, a pesar de que su movimiento viscoso y el movimiento de su boca producían sonidos irregulares y repugnantes. Se acordaba perfectamente que sus padres le habían dicho que ya era hora de crecer y tener amigos de verdad. Una noche Nacho le pidió al organismo que lo dejara en paz, que ya no quería verlo, en su cabeza escuchó una voz de ultra tumba que le dijo lentamente ― Me voy si porque no quieres verme, pero un día sentirás ganas de pedirme algo, un deseo tal vez y yo lo cumpliré. Y si alguna vez te acuerdas de mí, volveré y ya nunca te dejaré, y tomaré conmigo a todos tus seres queridos, los devoraré frente a ti y los vomitaré deshuesados, en castigo de tu osadía. ― El niño había dicho que sí y empezó a llorar porque por primera sintió miedo. La criatura desapareció… hasta este día en que la mirada de Nacho miraba por encima de su madre, pudo ver un rastro baboso en el piso de su vieja casa y como se alzaba una repugnante pata de tarántula, desde atrás de la mesa.