El sábado fui a un café y me contaron un cuento que más o menos va como sigue:
Martín era un niño de 9 años, y como cualquier niño de esa edad le gustaban las Tortugas Ninjas, los Thundercats, el Mario Bros 3, etc. (si es un niño de finales de los noventas como yo). El era muy feliz, hasta que un día, de súbito, dejo de impórtale que Destructor tuviera secuestrado a Splinter en el centro de la Tierra; tampoco le importaba en absoluto que Munra “el inmoral”, tuviera un nuevo plan para conquistar por completo el tercer planeta; y ya no le importaba que su hermanito menor hubiera descompuesto el botón “A” del control del Nintendo.
Lo único que le importaba a Martín era María. María era una niña chaparrita, con trencitas y morenita. Y desde que Martín conoció María, sintió que solo tenía vida para poder contemplarla en el receso comiéndose un hielito o unas papitas con chamoy. Si a tú edad resulta difícil decirle a alguien que lo amas y no tienes idea de cómo expresar todos esos sentimientos tan intensos, imagínate lo difícil que era para Martín, que tenía 9 años, y su mundo se reducía a las caricaturas y el Nintendo.
Total que un día Martín se animó a acercársele a María y le dijo: María yo te quiero dar algo. Puso su puño cerrado sobre la mano abierta de María, soltó lo que quería darle y salió corriendo. ¿Qué crees que era? Pues si, un papelito azul. María lo vio y sin darle importancia lo guardo en su mochila.
La semana siguiente, Martín llego y repitió lo mismo que la semana anterior pero esta vez le dio 2 papelitos. Y así pasaron muchos meses, y todas las semanas le iba dando más papelitos azules: 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, etc. Hasta que llegó el momento que María tenía papelitos azules por todos lados, abría su cuaderno de sociales y había papelitos azules, abría su cajón para jugar a las Barbies y había papelitos azules.
Ya se acercaba el día de la semana en que Martín llegaba con sus papelitos, María no llevaba la cuenta pero vio que venia con una súper bolsa llena de papelitos, María ya estaba bien harta de tantos papelitos azules y cuando Martín llegó con su speech tradicional: María yo te… - fue interrumpido por un zarandeo de María que le reclamaba: ¿Porqué me das papelitos? ¿Porqué a mi? ¿Qué te hice? ¿Quién eres tú para hacerme esto? Entonces Martín se soltó miro al suelo durante un minuto, volvió su mirada hacia María y le dijo con voz temblorosa: María, yo soy el hombre que te ama tanto que es capaz de regalarte todo el cielo en pedacitos.
Fin.
Martín era un niño de 9 años, y como cualquier niño de esa edad le gustaban las Tortugas Ninjas, los Thundercats, el Mario Bros 3, etc. (si es un niño de finales de los noventas como yo). El era muy feliz, hasta que un día, de súbito, dejo de impórtale que Destructor tuviera secuestrado a Splinter en el centro de la Tierra; tampoco le importaba en absoluto que Munra “el inmoral”, tuviera un nuevo plan para conquistar por completo el tercer planeta; y ya no le importaba que su hermanito menor hubiera descompuesto el botón “A” del control del Nintendo.
Lo único que le importaba a Martín era María. María era una niña chaparrita, con trencitas y morenita. Y desde que Martín conoció María, sintió que solo tenía vida para poder contemplarla en el receso comiéndose un hielito o unas papitas con chamoy. Si a tú edad resulta difícil decirle a alguien que lo amas y no tienes idea de cómo expresar todos esos sentimientos tan intensos, imagínate lo difícil que era para Martín, que tenía 9 años, y su mundo se reducía a las caricaturas y el Nintendo.
Total que un día Martín se animó a acercársele a María y le dijo: María yo te quiero dar algo. Puso su puño cerrado sobre la mano abierta de María, soltó lo que quería darle y salió corriendo. ¿Qué crees que era? Pues si, un papelito azul. María lo vio y sin darle importancia lo guardo en su mochila.
La semana siguiente, Martín llego y repitió lo mismo que la semana anterior pero esta vez le dio 2 papelitos. Y así pasaron muchos meses, y todas las semanas le iba dando más papelitos azules: 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, etc. Hasta que llegó el momento que María tenía papelitos azules por todos lados, abría su cuaderno de sociales y había papelitos azules, abría su cajón para jugar a las Barbies y había papelitos azules.
Ya se acercaba el día de la semana en que Martín llegaba con sus papelitos, María no llevaba la cuenta pero vio que venia con una súper bolsa llena de papelitos, María ya estaba bien harta de tantos papelitos azules y cuando Martín llegó con su speech tradicional: María yo te… - fue interrumpido por un zarandeo de María que le reclamaba: ¿Porqué me das papelitos? ¿Porqué a mi? ¿Qué te hice? ¿Quién eres tú para hacerme esto? Entonces Martín se soltó miro al suelo durante un minuto, volvió su mirada hacia María y le dijo con voz temblorosa: María, yo soy el hombre que te ama tanto que es capaz de regalarte todo el cielo en pedacitos.
Fin.
1 comentario:
aww.. esta bonito <3
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