viernes, agosto 12, 2011

Mexican Frenzy: Reencuentro

—¡NO MAMES, NO MAMES! — gritaba el Gera, mientras el Dogo y yo lo jalábamos con toda nuestra fuerza hasta que logramos subirlo. — ¡A la madre que pedo! — exclamó el Dogo. Asomé la cabeza para poder ver, lo que había sido el Rudo brincaba en una pierna intentando alcanzar el techo, gruñía y escupía sangre por la boca, parecía que nunca se iba a cansar. — NO ME MORDIÓ — dijo el Gera. — ¿Estás seguro we? — le pregunté. — Sí, 100% seguro, estuvo cerca no mames, nomás me arrancó mi tenis, pero no me pasó nada.

Los gruñidos seguían escuchándose abajo. Laura dijo — Hay que movernos para salir de aquí. — Sí —fue mi respuesta— además tenemos que buscar los otros. Comenzamos a gatear hacia adelante, atentos a cualquier ruido que se escuchaba. Entre más avanzaba, más apagados se escuchaban los gruñidos del Rudo. Estaba sudando y pude ver que el Dogo y el Gera también. Tenía sangre en varias partes de la ropa y la sensación era muy molesta e incómoda. Se sentía algo de sangre seca en algunas partes de mi ropa que me raspaban y otras partes más frescas daban la sensación de aprensión. Ir gateando era muy agotador, sumado a las horas que habíamos estado huyendo, el cansancio era brutal.

—Escuché algo — dijo Laura. Todos nos quedamos callados. Había un silencio total, no se escuchaba ni un solo ruido. De repente escuchamos una voz apagada —… no sé, quién sabe si sobrevivieron, pero no sé cómo vamos a salir nosotros de aquí. — Es el Mike… — dijo el Dogo y destapó un plafón para asomarse. Abajo se veía un pasillo largo. De pronto se escuchó un gruñido agudo — y el Dogo subió la cabeza inmediatamente — Hay zombies, pero ellos no están aquí. — Hay que avanzar más Laura — dije tocando la pierna de Laura.

Seguimos nuestro único camino posible y se escuchó la voz de la Neni claramente — No sé, a lo mejor deberíamos de esperar y salir cuando no haya ruido — Ahorita no hay ruido — dijo la voz de Liz. — ¡Son ellos! — dijo Luisa. El Dogo volvió a mover un plafón y escuchamos — ¿Qué es eso en el techo? — Somos nosotros — gritamos.

lunes, agosto 08, 2011

Mexican Frenzy: Rudo-Zombie

Saltó del techo hacia nosotros y cuanto tocó el piso su pierna se partió en dos y cayó al suelo gruñendo. — ¡AHHHH! — gritó Laura haciéndose para atrás. Todos tardamos en reaccionar, estábamos en shock, no creíamos que el Rudo se fuera a transformar, parecía que había sobrevivido a la infección, pero ahora, la terrible realidad se arrastraba en el suelo, buscando un pedazo de alguno de nosotros.

—¿Qué esperan? — Preguntó Luisa — ¡Pégale Luis! ¡Nos va a matar, ya es un zombie! Dudé, no sabía qué hacer, en el piso estaba un amigo escupiendo sangre y arrastrándose, tirando manotazos para alcanzar mi pierna, el Dogo también se quedó inmóvil, finalmente el Gera, me quitó el bate de repente, se acercó y golpeo al Rudo en la cabeza. El golpe sonó como si golpeara un pedazo de madera y el Rudo quedó fulminado en el suelo. No se movía. — ¿Estará muerto? — pregunté. El Gera, lo movió con el bate y el cuerpo permaneció inmóvil. — Parece que si we… — dijo moviendo el cuerpo inerte con el bate, luego volteo a vernos —… tenía que reaccionar we. El Dogo le dio unas palmaditas en la espalda — Tranquilo we, estuvo bien, no teníamos opciones, gracias — Está cabrón porque lo conocemos we — le dije y continué: — este vato era bien compa.

Laura pareció recuperarse mejor del shock y dijo — Continuemos, hay que subir al techo para salir de aquí y buscar a los demás. — Sí es cierto, vamos — contesté todavía con mi mirada en el cuerpo del Rudo. Ayudamos a subir a Luisa, luego a Laura, luego subí yo, luego el Dogo y al final el Gera saltó, se colgó y nosotros lo ayudamos a subir. Cuando lo estábamos jalando hacia arriba de los plafones el Gera gritó — ¡A la verga, no mames! — y empezó a patear. Abajo escuchamos nuevamente los gruñidos del Rudo.

viernes, agosto 05, 2011

Mexican Frenzy: Incremento del dolor

¿Ahora qué hacemos? Era la pregunta que nos hacíamos, todos los que estábamos en la pequeña oficina. La maldita oficina no tenía ventanas, así que no había ninguna escapatoria y la sensación de claustrofobia era mayor. Mientras me tendía en la alfombra boca arriba, descubrí que el techo era de plafones y quizá podíamos removerlos y escapar por ahí. El centro del techo era de plafones y las orillas era de un material sólido, quizá ladrillos, cemento o tabla roca, me era imposible descubrirlo. Podríamos quitar los plafones y caminar por la orilla que era bastante amplia, donde el material era sólido y probablemente resistente.

—Escuchen tengo un plan… —dije en voz alta pero me interrumpí al ver a Rodolfo en el suelo con cara de angustia, agarrándose la pierna. — ¿Qué pasa Rudo? —Cuando hice la pregunta, Laura y el Gera, que también estaban descansando, se incorporaron para ver más de cerca al Rudo. —Nada we, me duele un chingo es todo. El Gera se acercó y levantó el pantalón de Rudo rápidamente, sin que éste pudiera evitarlo. La pierna estaba morada, probablemente engangrenada. — No se ve bien Rudo — Le dije. — Ya sé cabrón, ya sé. — contestó este con un hilo de voz. El dogo dijo con voz baja: — Lo siento mucho cabrón — se veía mucha seriedad en su cara — pero vamos a tener que cortarte esa madre en cuando podamos. El Rudo mostró su miedo en los ojos, luego calló, bajó la cabeza en aceptación y alcanzó a decir entre sollozos: — sí, no hay pedo.

—¿Qué decías tú? — preguntó el Gera señalándome. Asentí con la cabeza y empecé a explicarles mi plan. Todos estuvieron de acuerdo, pero el Dogo se mantuvo en silencio y al final dijo: —No sé si el Rodolfo vaya a poder trepar y andar gateando por arriba del techo. — ¡Claro que puedo! — gritó el Rudo con terquedad, mientras intentaba incorporarse. Si creíamos en su buena voluntad, pero no sabíamos si soportaría treparse y arrastrar la pierna durante bastante tiempo. Necesitábamos solucionar su problema. Por otra parte, si después lográbamos cortarle la pierna, estaría en completa desventaja y ninguno de nosotros sería capaz de cargarlo.

—Bueno — dijo Laura — vamos a mover esta mesita para alcanzar el plafón. Acomodó la mesa se subió y empujó el plafón que cedió inmediatamente. — ¿De qué es el material que está a lado, en la orilla? — Pregunté — No sé, pero… — Laura jaló fuertemente de él y luego se colgó de sus brazos unos segundos —… parece que si nos va aguantar sin pedos. Luisa sonrío: — Muy bien. Necesitamos usar el escritorio para llegar más alto y subir más fácil. — El escritorio está sosteniendo la puerta — dije. —No le hace — dijo el Dogo — no se oye nada afuera, hay que subir rápido y ya.

Movimos el escritorio, quitamos dos plafones más para poder subir a la parte que era de material fuerte y ayudamos a subir primero a Rodolfo. —Tu puedes master — le dije — nomás te vamos a empujar y usa tus brazos todo lo que puedas. Empezamos a empujar a Rodolfo entre los tres hombres y logramos subirlo. En cuanto se subió se quedó tirado como inconsciente, en el material que era sólido. Estaba todo sudado y respiraba con dificultad. —Esto no me da buena espina — murmuró el Gera para que Rodolfo no pudiera oírlo. —Sí, pero ni modo que lo dejemos wey — dijo el Dogo. —Sí, ¿por qué no? No vamos a poder cargar con él cabrón. — ¡AAAAAHHH! — Luisa gritó señalando hacia arriba. El Rudo escupía sangre y sus ojos habían cambiado de color, se contorsionaba y movía sus brazos desesperadamente.

jueves, agosto 04, 2011

Sexo, socialismo y robótica

El brevísimo cuento que les comparto es muy viejo. Lo escribí el 12 de marzo de 2005, cuando aún vivía en la ciudad del sol, lleno de esperanzas sobre el futuro alentador. En esas fechas iba terminando de estudiar la licenciatura. Aún era idealista y soñador, estaba situado en una línea que cambiaría mi vida. Decidí reescribirlo tal cual el original.

Ya han pasado 6 años y el mundo giró.

Salud, mi buen rojillo.

***

Marcos Farad miraba por la ventana del edificio. Los carros último modelo circulaban por toda la ciudad produciendo un efecto hipnotizante. Desde la revolución robótica, todos tenían tanto tiempo de sobra para pensar y filosofar. Mark, como lo llamaban sus amigos, ya había publicado dos libros sobre filosofía y sólo tenía 24 años de edad.

Volvió su mirada a la cama y observo el pezón de su amada Bliss. El sexo esa noche había sido muy apasionado, quedó completamente rendido y sentía un ligero dolor de cabeza. Se quedó mirándola: curvas perfectas, ojos rasgados, cabello negro profundo y tez blanca como la nieve. Mark se sintió triste de no poder ver sus ojos verdes.

Volvió a mirar por la ventana del vigésimo tercer piso. El mundo había dado un gran salto, justo como cambió a al capitalismo después de la primera revolución industrial del siglo XIX. ¿Quién iba a pensar que el avance tecnológico que una vez desembocó en una economía de mercado e individualista, ahora era la causa de todo lo contrario? un socialismo absoluto.

Cuando el último hombre fue remplazado en la fábrica, desaparecieron los compradores y los incentivos. El producto se tuvo que empezar a repartir en partes iguales. Los hombres ya no eran dueños de su producción, el obrero había sido remplazado por un robot. Suspiró profundamente. La vida era muy fácil ahora, sin embargo, se sentía vacío.

Marcos Farad miró una vez más por la ventana hacia la enorme ciudad bajo el cuidado robótico y no se pudo responder si estaba vivo.

miércoles, agosto 03, 2011

Mexican Frenzy: Parapetar

Alcancé a tomar un bate rápidamente y de reojo pude ver como el Mike sacaba uno de los cuchillos de carnicero que tenía. El Dogo se lanzó hacia los zombies con el bate en las manos mientras decía: — ¡Corran, corran! ¡Rápido busquen la salida! Todos empezamos a correr, mientras Mireles tomaba su escopeta que tenía recargada en una mesa y empezaba a disparar gritando — ¡Esta madre no va durar para siempre!, ¡no sé cuántos clavos me quedan!

El Dogo rompió un cráneo de un zombie, mientras yo derribé otro y empecé a machacarle la cabeza, Laura estaba atrás de mí, le apreté la mano y le dije: — Vámonos ya. Empezamos a correr, subí por las escaleras con Laura tomada de la mano, Luisa y el Dogo venían justo atrás de nosotros. El Gera iba delante de nosotros y nos dijo — Fierro métanse en esta oficina, ¡rápido, rápido! Rodolfo gritó: — ¡Van, van, van! — No lo había visto, pero cojeaba a mi lado y tenía un tubo que había sido la pata de una silla.

No podía ver al resto del grupo. Escuchaba en el piso de abajo golpes, gritos de zombies y disparos de la escopeta del Mireles, pero no podíamos esperar, estábamos a punto de ser devorados por la horda de muertos vivientes.

Entramos a la oficina que el Gera nos estaba señalando pasamos y cerramos la puerta de madera, en cuanto la puerta se cerró escuchamos golpes y rasguños de los zombies que nos perseguía. — Hay trabar bien la puerta — dije. El Gera, el Dogo y yo, cargamos un escritorio y lo atoramos contra la puerta, después colocamos con fuerza algunas sillas. Se seguían escuchando ruidos detrás de la puerta, y de pronto todo fue interrumpido por un grito en el exterior, era un grito de mujer. Después hubo silencio. — No mames — dijo Laura — ¿Qué hacemos? ¿Salimos? — No creo le contesté. Estábamos encerrados el Dogo, la Luisa, el Gera, el Rudo, Laura y yo. El grupo se había separado.

martes, agosto 02, 2011

Mexican Frenzy: La puerta


La puerta estaba abierta. — Shhhh, silencio todos — dijo el Gera. Afuera un zombie estaba observándonos, movía lentamente su cabeza, como tratando de procesar si lo que estaba detrás de la puerta era comida. El Mireles se acercó lentamente a la puerta para cerrarla y de repente, el zombie comenzó a correr gritando y escupiendo sangre hacia nosotros. Varios corrimos a la puerta para intentar cerrarla, el Mike fue el primero en llegar y jalar hacia adentro la puerta. La alcanzó a cerrar justo cuando el zombie se estrelló contra la puerta y empezó a golpear el pesado cristal.

Varios muertos vivientes se alertaron y corrieron a apretujarse contra las puertas del edificio golpeándose y estrellándose continuamente. Una esquina del cristal de resquebrajo ligeramente sin llegar a romperse por completo. — Esta madre no va a aguantar por siempre — dije con voz apresurada. Laura dijo nerviosa — Tenemos que volver a la puerta por donde entramos. — ¿Y si todavía hay zombies ahí afuera? — se preguntó Luisa. — No sé, pero tenemos que movernos ya — concluí.

—Creo que podemos subir a la azotea, a ver si hay helicóptero — dijo el Rudo. — ¿Otra vez con esas mamadas? Nadie sabe manejar helicópteros — dijo el Gera gritando, su voz se escuchaba desesperada. — A ver, tranquilos — intervino el Dogo — Vamos a asomarnos rápido a la puerta por donde entramos, sino, buscamos otra, hay que movernos rápido nada más. En nuestro camino podemos buscar alguna llave para buscar carros en el estacionamiento. — Sí, se oye bien — dije yo.

—Entonces vamos — dijo el Mireles y el Mike. Justo en ese momento escuchamos miles de cristales estallar y caer en pedazos en el suelo. — ¡Corran! — gritó Liz, mientras pasaba a mi lado a toda velocidad rumbo a las escaleras.