El placer por lo antiguo, la nostalgia de lo viejo, la sensación de grandeza del pasado, son dulces gotas multidimensionales que me dan inmensa satisfacción mundana.
Entrar a una casa antigua, con olor a cigarro, alfombra roída, cuadros antiguos, sillas de madera de roble, fotos amarillas, un piano abandonado, altos techos y tragaluces.
El automóvil olvidado del año del ’77, donde lució su hermosa. Ahora yace en entre los matorrales de un rancho, con los sillones rotos, manchas de grasa, sin dos vidrios, suspirando por los momentos en que corría por las calles de la ciudad, lleno de brillo.
La serie de televisión o la película de años atrás, en donde el mundo era otro, donde el color era más apreciado, cuando los diálogos eran más importantes que las 30 explosiones de carros, helicópteros y tanques.
Cuando sólo teníamos choco-milk y dulces la rosa, cuando era un lujo conseguir kétchup de hunt’s, cuando paseaba de niño por los pasillos con olor a petróleo de la CONASUPO. Los viejos tiempos de las paraestatales; tiendas, bancos, hospitales, bajo el ala protectora del Estado Benefactor.
Los viejos peinados, las viejas ciudad, los viejos espacios, la luna sin sol, el universo sin Tierra… son recordados, son apreciados, son conservados en lo profundo del sueño y del suspiro de la vida.
2 comentarios:
camarón!
Suspiro.
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