El resultado de estas
líneas se debe a la elección de palabras de manera aleatoria, similar a la
técnica de Cadáveres Exquisitos de Paul
Éluard, André Bretón y Tristian Tzara.
Bajo la colina, la astuta culebra estudia a su víctima. El
Marxismo rojizo ya ha volado muy lejos, por otro lado, el trabajador azulado
renuncia a seguir luchando. En el río, el salmón apacible es ultrajado por la
culebra. Un zorro, también apacible, observa la escena, enfermo. De pronto,
aparece un caballo pequeño que reclama su lugar en la tierra y el universo,
parece un dragón bizarro, dispuesto a triturar a su presa, sin reclamos.
Finalmente, el chocolate limpio siempre se agazapa.
La constelación fugaz alarga los minutos. Un castor corre grotescamente
bajo el cielo negro, la rana, húmeda, pisa al castor con sus enormes patas.
Siempre húmeda. El cuadro arrullador, sonríe. Mientras tanto, del río, el
chocolate colorido nace gravemente. El blanco ostentoso tapa todo lo demás. Una
boina se para para morder. El psique es nebuloso y trata de revivir. La
guitarra vociferante, ama con todo su laberinto.
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