jueves, mayo 17, 2012

Es mejor olvidar



― Yo no dije eso. Nacho estaba seguro por unos segundos, pero… ― Sí dijiste, ayer, cuando estabas viendo la tele. ― fue la respuesta de su novia. Era el clásico dilema, ya no estaba seguro de que había dicho, sólo sabía que no había puesto atención. Su concentración en ese momento del pasado, eliminó esos minutos de su vida en que su novia le estaba platicando de algo que le pareció trivial. ¿Qué hacer? ― Puede ser, la verdad es que no recuerdo bien ― fue su torpe respuesta. ― ¡Nunca me pones atención cuando te estoy contando algo!... El reclamo se extendió por los próximos 26 minutos, y aunque Nacho intentó poner atención esta vez, se perdió el 70% del tiempo.

¿Por qué los humanos no son capaces de recordar todo lo que viven? Se preguntó Nacho ese día. Algunas veces había olvidado cosas importantes en su trabajo, en ocasiones olvidaba el paraguas, tampoco podía recordar todos los libros que había leído, ni siquiera podía recordar con claridad cada película que había visto ¿Por qué? Le parecía que la memoria del ser humano era algo tan efímero que lo hizo sentirse insignificante.

Esa noche antes de dormir deseó con mucha fuerza poder recordar todo. Las posibilidades serían infinitas, seguramente tendría más éxito en su vida, se comunicaría mejor con la gente, le iría mejor en el trabajo, etc. Recordar todo lo que ha vivido, cada momento, cada comida, cada persona que había visto alguna vez en la calle, sería extremadamente interesante, no había forma de que si su deseo se cumpliera, no fuera feliz.

Al otro día despertó y sintió una paz mental que pocas veces había sentido. Mucha claridad, recordaba claramente lo que había deseado con tanto fervor la noche anterior, también fue capaz de recordar perfectamente su sueño, en donde platicaba bajo un árbol con una persona desconocida. Empezó a recordar la pelea que había tenido con su novia con total claridad, e incluso, buscando en su mente, recordó cosas que ni siquiera sabía que habían ocurrido en esa charla. Entonces lo supo. Su deseo se había hecho realidad. Recordaba cosas de la conversación, aunque hubiera estado perdido en sus pensamientos.

Hizo un experimento e intentó pensar en un día aleatorio de su vida, decidió escoger el 14 de mayo de 1998, en esa fecha cumplió 16 años. Recordó perfectamente todo: el pastel, sus amigos, el regalo de su mamá, que ropa traían puesta cada uno de los invitados, la música de fondo, el sabor en su boca de las papas con salsa que comió y después el sabor de la carne asada. Era algo increíble, se había cumplido su deseo. Haciendo memoria se dio cuenta que su novia mintió la noche anterior, que él no había dicho nada de lo que ella le reclamaba. Sonrió. El mundo era suyo, era un nuevo lugar donde él tendría la ventaja sobre todos.

El día fue maravilloso. Le reclamó a su novia, pero a la vez, recordó varios detalles de ella, que la hicieron feliz. También se acordó del nombre de toda la gente en el trabajo, sabía muchos detalles que nadie más sabía, su conocimiento se incrementó al recordar varios libros técnicos que había leído. Al final del día, fue a cenar a casa de sus padres. Mientras se tomaba un chocolate caliente, era tan feliz de saber con toda seguridad, que el sabor del chocolate que hacía su mamá no había cambiado en el tiempo. En un arrebato de felicidad decidió contarle a su mamá. ― Mamá, hoy desperté y pude recordar todo lo que alguna vez me pasó… ― durante horas Nacho habló de todos los detalles que podía traer a la memoria con tanta claridad, su madre estaba bien asombrada, hasta que de repente se le ocurrió decir: ― Me acuerdo que cuando eras un niño de tres años tenías un amiguito imaginario, ¿te puedes acordar de eso también? ― ¡Claro mamá…! ― de repente Nacho palideció, su mamá preocupada se acercó a tocarle el hombro y preguntarle si estaba bien.

En unos segundos, pudo recordar que en efecto de niño tenía un “amigo”. Muchos niños tienen amigos imaginarios y los olvidan para siempre, mucha gente cree que es normal, debido a la imaginación de los niños. Sin embargo, Nacho, sintió un escalofrío mortal que recorrió toda su espalda, empezó a sentir ganas de vomitar y sus ojos de pronto estaban secos fijos en un sólo lugar.

La criatura que fue su amigo, era un ser horripilante que es imposible describir con el lenguaje común que hemos inventado los hombres. Muchas imágenes grotescas se pueden unir para formar la atrocidad más grande que la mente humana pueda crear, pero aun así, no serían algo tan horrible y nauseabundo como el amigo de infancia de Nacho. Su color era de un verde fangoso y en algunas zonas color rojo sangre. Su piel era viscosa, como un órgano animal expuesto al aire libre. No tenía extremidades para caminar, se arrastraba y dejaba un rastro baboso, como si fuera un caracol, sin embargo, se movía con rapidez. Tenía seis extremidades que usaba para tocar, tomar y agarrar cosas, eran velludas como si se tratara de una tarántula. Su rostro era una masa informe, donde resaltaban dos protuberancias rosas y en la punta tenían una esfera amarilla, que era por donde la criatura veía. En vez de boca solo tenía un agujero en el centro de su ser, Nacho sabía que ese agujero baboso era su boca, porque recordaba que él, inocentemente, había alimentado a la criatura con comida que robaba de su refrigerador.

Pero su alma se desbordó cuando recordó que el ser horripilante era capaz de comunicarse con él sin producir sonido alguno, a pesar de que su movimiento viscoso y el movimiento de su boca producían sonidos irregulares y repugnantes. Se acordaba perfectamente que sus padres le habían dicho que ya era hora de crecer y tener amigos de verdad. Una noche Nacho le pidió al organismo que lo dejara en paz, que ya no quería verlo, en su cabeza escuchó una voz de ultra tumba que le dijo lentamente ― Me voy si porque no quieres verme, pero un día sentirás ganas de pedirme algo, un deseo tal vez y yo lo cumpliré. Y si alguna vez te acuerdas de mí, volveré y ya nunca te dejaré, y tomaré conmigo a todos tus seres queridos, los devoraré frente a ti y los vomitaré deshuesados, en castigo de tu osadía. ― El niño había dicho que sí y empezó a llorar porque por primera sintió miedo. La criatura desapareció… hasta este día en que la mirada de Nacho miraba por encima de su madre, pudo ver un rastro baboso en el piso de su vieja casa y como se alzaba una repugnante pata de tarántula, desde atrás de la mesa.

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