Caminar por Guanajuato es entrar a un libro de Juan Rulfo. Se puede reconocer al indio mágico con su burrito, al jornalero, al viejo cura que a todos conseja y a la señora devota que va toda cubierta de negro bajo el sol.
Hay templos e iglesias en todas partes, y si uno entra, siempre hay alguien rezando.
Es extraña la sensación. Es la fe pura, sin cuestionamiento y poco entendimiento de sus orígenes.
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