Nuevamente el mismo sueño, una mujer de cabellos ondulados me decía que las cosas no son lo que parecen. No le pude ver su rostro, desperté antes.
Mi corazón latía fuertemente y sentía un agujero en mis entrañas. Bajé el pie izquierdo de la cama y sentí el frío del piso de mi habitación. El ambiente era húmedo, afuera escuchaba la lluvia arrullando las ventanas y banquetas; la lluvia refrescaba al edificio y a los gatos. Parpadeé dos veces porque creí ver algo en la puerta de enfrente de mi cuarto, "quizá el reflejo de tantos espejos que hay en esta casa, quizá mi perro se encuentra dando una ronda nocturna, quizá mi imaginación, quizá los efectos del sueño" - fue como lo justifiqué.
Bajé el otro pie y volví a sentir el frío. Mi respiración era lenta, estaba sudado y me llevé ambas manos al rostro; al fin me decidí a levantarme por un vaso de agua. Eso ayuda mucho, caminar, descubrir que no hay nada más allá, que la mente nos juega trucos y no queremos aceptarlos, "nos gusta tener miedo" - pensé.
Ya erguido volví a ver algo. Mi imaginación nuevamente me quería tener arrinconado, pero ante esas situaciones, siempre hay una parte de mi que goza con el atrevimiento y la valentía, así que caminé al cuarto de enfrente, quizá si cerraba la puerta del cuarto dejaría de pensar más en la mujer de los cabellos ondulados.
En el pasillo convergen dos imágenes de dos espejos, uno del baño y otro grande en el pasillo. Una extraña elección para mi gusto, porque justo en ese lugar uno se siente atrapado entre varias imágenes de uno mismo yuxtapuestas sin sentido, en el día, pasa desapercibido, pero por la noche, en ese punto se detiene el tiempo, el aire se condensa como si estuviera caminando bajo el mar. Me resultó inevitable echar una mirada a mi alrededor, dentro de las imágenes de los espejos.
Mis manos temblaron un poco cuando nuevamente la vi, fue algo fugaz y una punzada de miedo comenzó desde mi espalda hasta la nuca, desapareció al instante pero sentí el rose de mi perro en mi pierna, que justo pasaba por ahí cuando la extraña imagen había decido rodearme por la espalda. Sentí la pata de mi perro sobre mi pie descalzo y algo estaba mal. Me avisaba de algo, mi perro también lo sabía "las cosas no son lo que parecen" - pensé. En vez de avanzar o retroceder, giré mi cuerpo para volver mi mirada al cuarto que había abandonado hacía unos minutos y pude ver a mi esposa sentada en la cama con la cabeza agachada. El miedo llegó a niveles desproporcionados, sentí que mis piernas se volvían de gelatina, mis brazos flotaban como en aire caliente y mi cabeza sintió un descalabro, como un martillazo que te deja moribundo.
"¿Estas bien amor?" - pregunté con la boca seca, mi voz fue áspera, no denotaba miedo, pero si aprensión. Esperé unos minutos sin obtener respuesta. Tenía que avanzar hacia ella, aunque estuviera prisionero en ese espacio de poder, en ese maldito espacio del terror, donde convergen imágenes extrañas, donde el universo se achica entre dos espejos. Moví ligeramente mi pie y ella levantó la cara. Horror. Mi perro lloró quejoso, mis manos sudadas se abrieron en un espasmo, mientras lanzaba mi cuerpo hacia atrás en un brinco de terror, mi estomago estaba a punto de vomitar miedo y mis ojos estaban completamente abiertos, intentando entender lo que veían.
Mi esposa, tenía su cabello ondulado en vez de lacio, su postura era recta como de extrema concentración, pero donde debía estar su cara, no había rostro. No tenía ojos, no tenía nariz, no tenía boca, sólo una figura sin nada, sin pasión, sin sentimientos, era la frialdad de la nada. No era algo borroso, era algo nítido, pero sin expresión, ver su cara sin rostro, daba la sensación de estar perdido en el limbo, de flotar sin gravedad, de no tener tiempo, de no tener fin, era una sensación de no ser. Sentí que me iba a desmayar ante tan abominable juego del destino, me senté en el piso al ver que ella se levantaba y se dirigía hacia a mi y en todo lo que pasó después, nunca dejé de pensar "nada es lo que parece".
Basado en "El Noppera-bō y la charca de koi"
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