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Me había quedado dormido y Laura dormía a mi lado acurrucada en posición fetal. Yo yacía bocarriba, el cansancio me había vencido y me dormí sin acomodarme. Cuando abrí los ojos, de nuevo me saludó el techo de mal gusto. Todos los demás estaban despiertos.
Me había quedado dormido y Laura dormía a mi lado acurrucada en posición fetal. Yo yacía bocarriba, el cansancio me había vencido y me dormí sin acomodarme. Cuando abrí los ojos, de nuevo me saludó el techo de mal gusto. Todos los demás estaban despiertos.
— Sabemos que se trasmite
rápidamente si hay intercambio de fluidos — dijo el dogo. — Ósea que si me cojo
un zombie me transformo — se burló el Gera. — No seas mamón — continuó el dogo
— pero sí, si tienes relaciones sexuales, deberías de transformarte en chinga
por lo que hemos visto. Pero también puede ser que el virus sea aéreo. — Pero
si es así todos nos vamos a transformar eventualmente — dijo el Mireles en voz
baja, su buen humor, había desaparecido. — No — interrumpió el Mike — Yo creo
que el Rudo tenía una herida abierta y le cayó sangre o algo, por eso se
transformó. — Puede ser — consintió el dogo. El Mireles sonrió — Eso me haría
un parote.
Era posible. El rasguño en sí no
había transformado al Rudo, porque en un inicio no hubo intercambio de ningún
fluido. — Otra opción es que sea algo mágico — las palabras salieron de mi
subconsciente, sin que las pensara primero. — No mames — renegó el dogo — ¿Lo
dices en serio?, — Sí ¿por qué no? — Reviré. —jajajajajajaja — se empezó a reír
el Mike y él. —Bueno, es una
posibilidad, no sabemos nada ¿no? — los interrumpió la Neni. — Gracias — le contesté.
— ¿Qué vamos a hacer ahora? —
preguntó la Neni. — Yo digo que en honor al Rudo, vayamos a la azotea a buscar
el helicóptero, ¿si se acuerdan ese vato estaba aferrado? — bromeó el Gera. —
Chingado Gera — dijo el Mike con una sonrisa en su cara — Nunca dices nada en
serio cabrón. — Hay que seguir con el plan del dogo — dije poniéndome de pie. —
¿Qué plan? — Me preguntó Laura. Le ayudé a incorporarse y le contesté: — Ir a
buscar las llaves de un carro y salir de la torre, después, hay que huir de la
ciudad y luego a las islas. — ¿Siguen con eso? — Liz estaba escéptica y nos
veía a todos con mala cara, había perdido sus zapatos por lo que se veía de más
baja estatura de lo normal, ya que siempre llevaba zapatos de tacón. A ella nunca le pareció buena idea ir a las islas,
se le hacía fantasioso pensar en eso. Quizá tenía razón, muchos años mis amigos
y yo fantaseamos sobre cómo escapar de un ataque de zombies, pero la realidad
es que no se podía planear nada a largo plazo. La situación era desesperada y
sólo se podía luchar por continuar con vida, sin esperar mucho del futuro — Con
que salgamos del edificio, luego planeamos lo que siga — dije con voz firme.
Caí en cuenta de que no había
silencio absoluto, extraños ruidos provenían del techo, como si se arrastrada
alguien rápido y toscamente por los plafones cerca de donde estábamos nosotros.
Ese maldito techo, desde hacía tiempo tenía un mal presentimiento acerca de él.
Todos miraban hacia arriba, captaron que algo anormal estaba ocurriendo. — ¿Qué
fue eso? — preguntó susurrando la Denis. — Shhh… — silenció el Gera, llevándose
el índice a la boca. Se escuchaba más cerca, como un costal de harina siendo
pateado. — No mames — dije. — ¿Es posible…? — Era una pregunta retórica. Con un
ruido que nos hizo saltar a todos… se rompieron los plafones y cayeron cuatro
muertos vivientes sobre nosotros escupiendo sangre. Esquivando hábilmente,
todos escapamos a las esquinas de la gran habitación. Nuestros reflejos habían
mejorado en el último día y medio de sufrimiento y terror.
En el centro, pude reconocer al
zombie que se mostraba más agresivos de todos, se arrastraba en el suelo con un
ahínco descomunal y lanzando mordidas a nuestros pies: era el Rudo.