Fue un verano poco lluvioso en la
ciudad de México. Nos reunimos varios amigos de Hermosillo y del DF para ir a
un concierto, días después, en un bar la pesadilla comenzó. Lo que parecía una
velada normal en la Condesa, terminó convirtiéndose en una catástrofe que nos
fue arrastrando lentamente en la desesperación, la sangre y la muerte.
¡Zombies! Por todas partes, en la
calle, en los techos, en los automóviles, en cualquier rincón la muerte había
decido venir y cobrarse con los vivos. Emprendimos nuestra huida, no sin antes
golpear y volver a matar muertos vivientes que nos asediaban buscando un trozo
de nuestra carne. Hicimos planes para escapar de la ciudad más densamente
poblada del mundo, pero las cosas salieron mal. Primero decidimos parar en un
supermercado para conseguir provisiones y armas, fuimos atacados pero nadie
resultó gravemente herido.
Cuando teníamos un plan, se volcó
nuestra camioneta en la calle Reforma y no nos quedó más remedio de correr para
sobrevivir. Con algunas armas rudimentarias nos volvimos expertos en matar lo
que ya se supone que debería de estar muerto. Tuvimos que correr con todas nuestras
fuerzas, el cansancio era abrumador, pero la adrenalina nos mantuvo vivos.
Logramos entrar a la torre mayor después de un gran esfuerzo. Diego heroicamente
ayudó a Nacho, no obstante, antes de alcanzar refugio fue mordido en
una pierna. Se convirtió y Liz tuvo que matarlo.
La acción traumatizante quedó
bien grabada en nuestros corazones. Algunos rieron, otros callaron y después no
volvimos a tocar el tema, pero no lo olvidamos, ninguno de nosotros pudó
hacerlo. Entramos a la torre mayor y tuvimos por fin un momento de paz. Cuando
parecía haber esperanza, Nacho desapareció misteriosamente, no sin antes
cometer un descuido grave: dejar la puerta del edificio abierta de par en par.
Acorralados, escapamos y el grupo
se dividió. Mi grupo se encerró en una oficina de la torre mayor, para evitar
ser devorados.
En esa pequeña oficina, tuvimos
otra gran pérdida. El Rudo, que había soportado la travesía con una pierna herida
por un rasguño, finalmente se había transformado. Ninguno de nosotros sabe qué
fue lo qué paso. ¿Por qué después de tantas horas el Rudo se había convertido
en zombie? Sobrevivimos a su ataque, pero tampoco logramos matarlo nuevamente. Escapamos subiendo
por los plafones de las oficinas y dejamos atrás a lo que fue un buen
amigo. Después de movernos acalorados y cansados por el techo, encontramos al
resto del grupo y nuevamente estamos todos juntos.
Mike, Neni, Mireles, Laura, Dogo, Liz, Gera y yo.
Llegó la hora de seguir y vencer
a la muerte antes de que nos consuma…
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