Sentía que el cansancio se había apoderado de su mente.
Comprobó que su cuerpo no respondía, sus músculos atrofiados por la vida
sedentaria no funcionaban, su mirada estaba desenfocada y su mente saltaba como un colibrí.
¿Dónde está la alegría? se preguntó. Pero era demasiado tarde. La felicidad ya
no lo podía alcanzar, se había quedado varios metros rezagada, entre los
árboles azules y las estrellas verdes.
Decidió renunciar. Cayó al suelo como una gelatina, sin
huesos, sin postura y sin elegancia. Su respiración se hizo lenta, mientras
polvo muy antiguo entraba por sus pulmones, su cuerpo se relajó finalmente al
sentir la textura y la gravedad. Después de ser cometa sin hilo, hallaba
firmeza.
Ya no aguantaba más, así que decidió fundirse y perder
forma. Su cuerpo humano dejó de ser y dio paso a un pequeño charco en el centro
del bosque azul. El líquido servirá para darle de beber algún mamífero y vivirá
por siempre en él, también en los árboles, en la luna naranja o en las estrellas
verdes.
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