Estos son tiempos muy diferentes, quizá estos sean los buenos tiempos.
Ibamos en el carro, de fondo se oía el susurro de la voz de Conor Oberst y en primer relieve la voz de mis amigos quejándose de lo cansados que estaban. Sin darnos cuenta de las imágenes que se dejaban ver por las ventanas del carro y se perdían atrás a unos 60 kilómetros por hora, luego estábamos frente una reja eléctrica negra, esperando que nos abrieran para entrar.
Esa noche fue memorable, después de un brindis por nuestro futuro y nuestra gran amistad, pasamos la noche divagando un poco hasta que todos dimos rienda suelta a las ideas más libres y divertidas. Hasta hicimos concursos de coreografía en dos grupos históricamente famosos: hombres y mujeres.
El olor a pavo, la cerveza, el vino, el sudor y algo más se mezclo al concluir la noche. Todo terminó algo revuelto. Algunos en sus lugares de siempre, otros esparcidos por alguna otra parte, pero todos muy concientes de su entorno y de la tenue luz cálida que nos rodeaba.
Camino a casa nadie volvió a advertir las imágenes que dejábamos atrás con cada giro de la llanta, sin embargo nuestra mente estaba muy lejos a futuro, muy lejos, esperándonos alegre y revoloteando como mariposa.
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