miércoles, agosto 08, 2007

Aventura cosmonauta



Las estrellas solas, con un fondo negro aterciopelado, brillaban intensamente y su titilar parecía estar lleno de una armonía sinfónica. Sin embargo el espectáculo de abajo era el más llamativo para Ricardo. El azul del mar, las nubes, y los continentes verdes. Todo junto, en una sola mirada. La sensación y emoción iba creciendo. Soltó su cinturón de seguridad y flotó por toda la nave. Era feliz, sabía que algún día podría conquistar el espacio, sería todo suyo, por siempre.
Miró su reloj de su muñeca izquierda: eran las 16 horas, tenía que bajar ya, el tiempo se agotaba, un pequeño error podría destruir su vida. Así es de delicado viajar al espacio, entre los planetas, entre las estrellas y supernovas gigantes. Antes de empezar a descender le echó una ultima mirada a las estrellas que lo saludaban cambiando la velocidad de su titile, miró la faz de la luna redonda y perfecta, una pequeña esfera roja llena de cráteres.
Aterrizó sin mucho problema, el clima era perfecto, la entrada no tuvo demasiada fricción, increíble que lo hubiera logrado y pensar que había habido muchos accidentes recientemente. De pronto todo se nubló, su mamá lo estaba esperando a la entrada de la puerta cesuña:

- ¿cómo te atreves a tomar la nave de papá si ni siquiera sabes conducir?
- Mamá… todo mundo lo hace.
- ¿Todo mundo lo hace? El año pasado se murió un niño en el sistema centauri, ¿sabías eso?
- Mamá… por favor, no te enojes – El niño de 12 años se veía preocupado, sabía que tendría consecuencias el pequeño hurto.
- Vete a tu cuarto voy a hablar con tu padre del castigo.

A regañadientes Ricardo obedeció, la señora Mastuki entró a su casa y su marido estaba viendo holovisión con una bebida alcohólica en la mano.

- Nuestro hijo se robó tu nave y salió al exterior – dijo la señora Mastuki con cara de indignación.
- Hmmm – solo contestó el señor Mastuki.
- ¡Tom! ¡te estoy hablando!
- Perdón querida, pero es natural que el hombre sienta curiosidad por el espacio, por salir de su planeta, por ver nuestra hermosa luna Ceti, dicen los historiadores que el hombre ha sentido esta curiosidad desde tiempos arcaicos, desde que aún habitaban a la destruida Tierra.
- Ay… dejó escapar un quejido la señora Mastuki – eres tan condescendiente con él.

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