jueves, septiembre 17, 2009

Fórmula para agudizar una crisis

Publicado en Cosa Pública.

Agustín Carstens y Ryutaro Hashimoto (primer ministro de la crisis). Incompetentes.

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La ciencia económica tiene apenas dos siglos de existir, y en el transcurso del tiempo, han surgido distintas corrientes ideológicas que han influido en la forma de estudiar esta disciplina.

Sin importar estas corrientes, tenemos que tener algo muy claro: existe un “core” en el que todos los economistas estamos de acuerdo, ya sean neo-keynesianos, neo-clásicos, monetaristas, ofertistas, ciclo de los negocios, no importa, la política monetaria y fiscal tienen efectos en la economía real en el corto y mediano plazo.

No es cuestión de intervenir o no intervenir, nadie habla de subir o no subir impuestos, es algo que está dado. Todo mundo sabe que cuando un país está en crisis, se debe estimular el crecimiento de la economía.

Es un regla de libro de texto (véase libros de macroeconomía de Samuelson, Mankiw, Parkin o ya de perdida “Economics for Dummies” de Roberts et al), que cuando el ciclo económico está en recesión se bajan los impuestos, se incrementa la oferta monetaria (vía bajas en la tasa de interés) y se incrementa el gasto del gobierno; por el contrario, si el ciclo económico está en auge, es momento de incrementar impuestos y sanar las finanzas públicas.

Sin embargo, hay países que se empeñan en subir los impuestos en medio de las crisis, olvidando todo esto, preocupándose sólo por no endeudarse y tener finanzas públicas sanas. ¡A nadie le importa un carajo eso en este momento!

Quizá, ya adivinaron de qué país estoy hablando, pero no es el único que se le ha ocurrido experimentar con la economía de esta manera.

En los años noventa, Japón entró en recesión por una crisis de desvalorización de sus bienes inmobiliarios (ajá, la crisis actual no es nada nuevo). Al principio de ésta, Japón no aplicó ninguna política expansionista y la economía se contrajo, decreciendo en 1993. En los años siguientes el gobierno japonés decidió incrementar su expansión fiscal, y obtuvo algunos repuntes, con tasas de crecimiento del PIB de hasta 2.46%.

Sin embargo, en 1997 estalló la burbuja financiera del sudeste asiático. Japón se enfrentaba a problemas graves en sus finanzas públicas, su deuda pasó de 3.5 a 10.6% de su PIB, y sólo tenía dos opciones: endeudarse más o subir los impuestos en medio de una crisis.

El gobierno japonés decidió subir el impuesto sobre el consumo 2% y contraer el gasto público del 16.2 al 15.4%, como porcentaje del PIB. Consecuencias: la tasa de desempleo pasó de 4.1 a 4.5% en un mes; quebraron varias instituciones financieras, por lo que la banca que había sido privatizada en los ochentas, tuvo que ser rescatada por el gobierno; y, el PIB cayó de 2.46 a -2.82% (la más grande caída en la historia de Japón, desde la II Guerra Mundial).

Sería injusto culpar sólo a los impuestos y la contracción del gasto público de la gran caída del PIB japonés, el incremento del desempleo y la quiebra de sus bancos. El problema es que, el efecto de contracción de la política fiscal, medida por el indicador fiscal de la OCDE, fue de 1.7%, es decir, las decisiones de política económica, fueron en gran medida las culpables.

El parlamento pidió la renuncia del primer ministro y el nuevo presidente reaccionó rápidamente nacionalizando los bancos e incrementando el gasto público a 22.2% del PIB, política que fue aprobada de inmediato por el parlamento.

Es interesante que actualmente se presente una situación muy similar en México. La principal diferencia entre estos dos países, es que Japón es muy rico, mientras que en México, los resultados de una política similar, podrían tener consecuencias mucho más nefastas.

¿Me pregunto si el Secretario de Hacienda conoce el caso de la economía japonesa? Si no se la enseñaron en Chicago, mínimo tuvo que saber de ésto cuando estuvo en el Fondo Monetario Internacional.

No cabe duda, Hegel tenía razón al decir “(…) la historia nos enseña que no podemos aprender de ella”.

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