—¡NO MAMES, NO MAMES! — gritaba el Gera, mientras el Dogo y yo lo jalábamos con toda nuestra fuerza hasta que logramos subirlo. — ¡A la madre que pedo! — exclamó el Dogo. Asomé la cabeza para poder ver, lo que había sido el Rudo brincaba en una pierna intentando alcanzar el techo, gruñía y escupía sangre por la boca, parecía que nunca se iba a cansar. — NO ME MORDIÓ — dijo el Gera. — ¿Estás seguro we? — le pregunté. — Sí, 100% seguro, estuvo cerca no mames, nomás me arrancó mi tenis, pero no me pasó nada.
Los gruñidos seguían escuchándose abajo. Laura dijo — Hay que movernos para salir de aquí. — Sí —fue mi respuesta— además tenemos que buscar los otros. Comenzamos a gatear hacia adelante, atentos a cualquier ruido que se escuchaba. Entre más avanzaba, más apagados se escuchaban los gruñidos del Rudo. Estaba sudando y pude ver que el Dogo y el Gera también. Tenía sangre en varias partes de la ropa y la sensación era muy molesta e incómoda. Se sentía algo de sangre seca en algunas partes de mi ropa que me raspaban y otras partes más frescas daban la sensación de aprensión. Ir gateando era muy agotador, sumado a las horas que habíamos estado huyendo, el cansancio era brutal.
—Escuché algo — dijo Laura. Todos nos quedamos callados. Había un silencio total, no se escuchaba ni un solo ruido. De repente escuchamos una voz apagada —… no sé, quién sabe si sobrevivieron, pero no sé cómo vamos a salir nosotros de aquí. — Es el Mike… — dijo el Dogo y destapó un plafón para asomarse. Abajo se veía un pasillo largo. De pronto se escuchó un gruñido agudo — y el Dogo subió la cabeza inmediatamente — Hay zombies, pero ellos no están aquí. — Hay que avanzar más Laura — dije tocando la pierna de Laura.
Seguimos nuestro único camino posible y se escuchó la voz de la Neni claramente — No sé, a lo mejor deberíamos de esperar y salir cuando no haya ruido — Ahorita no hay ruido — dijo la voz de Liz. — ¡Son ellos! — dijo Luisa. El Dogo volvió a mover un plafón y escuchamos — ¿Qué es eso en el techo? — Somos nosotros — gritamos.