Hoy murió Ray Bradbury, uno de
los mejores escritores de ciencia ficción que ha conocido el mundo. Bradbury
tuvo gran influencia en mi cosmovisión, modificó ciertos parámetros de mi
universo y abrió mi mente a lo sutil que puede ser la ciencia ficción. Este
género, tan despreciado por la gente de letras, a veces nos lleva de la mano con un fuerte componente imaginativo, justificando brillantemente la magia del
futuro y la tecnología. La ciencia ficción no está preocupada por una buena
elección de palabras, ni de rimas, ni mide con exactitud cada prosa. No, la
ciencia ficción tiene como su aliada a la imaginación. El componente
imaginativo lo es todo, y la capacidad de contar una gran historia especulativa
es lo más importante.
Bradbury es uno de esos
escritores de ciencia ficción que no nada más escribe sobre el futuro y las
consecuencias del progreso. Él tocó la psiquis de los lectores, logró
cautivarnos con pocas explicaciones y en sus historias se mezcla la crueldad y
otros sentimientos bajos, con robots, tecnología, paisajes y un gran misterio. Logra entusiasmarnos con imágenes que jamás
soñamos, nos describe universos que no sabíamos que estaban ahí, sin embargo,
una vez que los vemos, jamás los olvidamos.
¿Quién no es capaz de recordar Marte
como si hubiera estado ahí después de leer Crónicas Marcianas? Siento que
conozco la tierra roja, los ríos plateados, el frío celestial y los espacios
creados a partir de nuestra imaginación. ¿Puede aparecer un viejo pueblo
estadounidense en Marte? Sí, es posible. Y si se acaba la humanidad y sólo
quedas tú, ¿hablarías a todos los números de teléfono posibles para ver si
alguien contesta?
Por último, la catástrofe también
tocó la imaginación del buen Ray. Quemar libros. En un futuro la humanidad en guerra,
enajenada por la televisión, y para actualizar un poco Fahrenheit 451,
enajenados con smartphones. ¿Quemaremos
kindles en el futuro? Quizá no, pero
la enajenación ahí está, la falta de apetito por la lectura y el conocimiento
es un mal generalizado en nuestros días.
Espero sinceramente que su muerte
haya sido apacible y llena de esperanza, que su paraíso se vuelva realidad y
ojala algún día me lo encuentre, cuando visite marte y con mis pies descalzos
sienta por primera vez la arcilla roja de ese planeta, escribiré su nombre en
la arena para la eternidad.
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