jueves, octubre 23, 2003

El amor es algo extraño para mí. Siempre lo ha sido y, con el paso del tiempo en vez de irme aclarando las expectativas, solo consigue hacerlas mas turbias. Siempre he creído en la verdad, pero esta verdad resulta poco digerible. Ahora me encuentro en una situación de inequivocada soledad, no es nada malo, no es nada contundente, sin embargo existe.
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Ella hizo acto de presencia hace tiempo ya. Su voz llena los espacios que no alcanzo a sostener con mi silencio. Su mirada, de ella no puedo decir nada, es indescriptible. Sus ideas, no están peleadas, solo están ahí, originales y precisas. Por la tarde respiro su sombra, justo cuando el sol esta punto de decir adiós, es el último rayo de luz que atraviesa la ventana de mi escuela el que recuerda a ella, a su perfume, a su ser tan asombroso que me envuelve en esa sensación de invulnerabilidad. Cada día que pasa, sigo rayoneando con crayolas mi cuaderno, tratando de imaginar que colores lleva, que imágenes es capaz de producir o cuando me cansaré de dibujar su figura. Y cada noche que pasa, dejo de dormir, solo imagino su faz, llena de luz, sincera, arrogante, invaluable. Quiero robarle la boca, esos labios eternos, que avivan mis pensamientos, que raspan delicadamente mi piel. No me canso de imaginar su cercanía, su presencia inmediata, su prisión, nuestra lejana soledad, inmersos en un mar de fantasía, donde el principal provocador, soy yo…

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