Los que estudiamos economía llamamos “dictador benévolo” a un modelo económico donde las decisiones están centralizadas por una persona que toma las decisiones más racionales (desde el punto de vista utilitarista y de optimización), que al final, benefician a la sociedad en su conjunto.
En la sociedad moderna, suena impensable cuestionar a la democracia. Vivimos tiempos en que la democracia se ha convertido en el único sistema de gobierno viable y apto a nuestra vida. La democracia es la vanguardia y el máximo alcance del progreso.
Todo el bombardeo mediático, lo que escuchamos repetidamente en boca de nuestros amigos, vemos en televisión, leemos en los libros, encontramos en internet, redes sociales, etc., nos impide cuestionar a la democracia. Quién así lo hiciere, es considerado un loco, retrógrada, o excéntrico, que no es capaz de superar los traumas del pasado.
A pesar de lo que la mayoría cree, la democracia, tiene su lado obscuro. Mi objetivo en este post, es simplemente mostrar algunos de los problemas que conlleva el sistema político democrático. Esto, creo que sirve para mostrar que la idea del progreso es una ilusión, y simplemente nos movemos en direcciones, que pueden tener mejoras y evolución en ciertos espacios, pero pérdidas e involución en otros.
En esta ocasión desarrollo principalmente dos temas: la idea de justicia versus eficiencia y sobre la nueva clase política.
Justicia vs Eficiencia
Es innegable que la democracia es el sistema político más justo que hemos inventando hasta la fecha. Aunque también, es necesario señalar, que la democracia pura, donde todos tenemos voz y voto en las decisiones del Estado, no existe. Esta democracia pura, fue posible en sociedades primitivas y en algunas Ciudades-Estado de Grecia, donde había pocos habitantes y todos expresaban su opinión en el foro común.
En la actualidad, tenemos un sistema imperfecto que se asemeja a esa democracia pura, que se le llama “democracia representativa”. En este sistema una persona tiene acceso una serie de paquetes, supuestamente diferentes, y puede elegir entre éstos. Para eso se elige a un representante, que promete cumplir todo lo que incluía en su paquete de políticas, aunque en la mayoría de las ocasiones, con suerte, cumplirá 1 o 2 cosas.
A pesar de no tener democracia pura, este sistema parece justo. Gana el paquete que la mayoría quiere, aunque la gente elija el que le parezca menos peor de las opciones que tiene. La democracia entonces, es justa, ya que beneficia a la mayoría. Sin embargo, no hay que olvidar que, por más justo que parezca, finalmente es una imposición de la mayoría a la minoría. Para la minoría que perdió, la democracia es muy similar a una dictadura que se impone sobre sus intereses.
Lanzo entonces la siguiente pregunta: ¿Es mejor para la sociedad lo que decide esa mayoría? La decisión de la mayor parte de la sociedad está basada en su creencia de lo que es mejor. ¿Cuál es el problema? Qué un porcentaje muy pequeño de la población tiene acceso a altos niveles de educación. Un porcentaje pequeño de la población es la que tiene capacidad crítica y de análisis profundo, en cambio la mayoría, tiene menores ingresos y esto hace imposible que se prepare más, asimismo le sobra poco tiempo para analizar decisiones que van a impactar a la sociedad en el largo plazo.
Lo que estoy diciendo es que la mayor parte es ignorante y probablemente, tenga menos instrumentos para acertar y elegir la mejor opción para el bienestar de la sociedad en su conjunto. Entonces, si tenemos un sistema que beneficia a la mayoría de la población, estamos aceptando tomar decisiones, con base a la gente menos educada y menos preparada del país.
La clase política surgida de la democracia: la peor de la historia
Siguiendo el argumento anterior. En las monarquías y las oligarquías, la mayoría no decidía quiénes iban a ser sus gobernantes. Estos eran impuestos por un grupo de “notables” que escogían a las mejores personas para el cargo. El criterio era de gente estudiada, que tenía acceso a información que la mayor parte de la población desconocía. Por otra parte, los futuros reyes, eran educados en el arte de gobernar. Desde pequeños les enseñaban administración del reino, técnicas de combate, varios idiomas, geografía, lo más avanzado de ciencias, diplomacia, etc.
¿Qué ha cambiado en la actualidad? Seguimos teniendo a estos grupos de “notables” que tienen acceso a información que nadie tiene, seguimos teniendo a la mayor parte de la población, que a pesar del internet y los nuevos medios de trasmisión de conocimiento, siguen ignorando muchísimas cosas.
Pero ahora, tenemos una nueva clase política que es elegida por la mayoría. Esto tiene como resultado a notables personajes que conforman nuestra nueva clase política. La nueva clase política tiene el objetivo del poder por el poder. Su lucha: perpetuar a su partido.
Los efectos de los incentivos de esta nueva clase política, son completamente adversos para la sociedad, ya que sacrifican gobernar, en aras de las próximas elecciones, de los sentimientos del populacho, etc.
Antes, la monarquía estaba enfocada a otras cosas. No tenían que preocuparse por elecciones. No tenían “enemigos” políticos, como ahora. Eran personas entrenadas para gobernar, cuyo objetivo era hacer crecer al reino, hacerlo próspero, obtener reconocimiento de otros reinos y enriquecerse con gloria y solemnidad.
En la actualidad, la clase política, son personas poco instruidas en el arte de gobernar. Lo único que importa es ganar la elección, derrotar a sus enemigos y tratar de saquear toda la riqueza posible, dentro del periodo de gobierno. Cuando, la nueva clase política, está gobernando, además de buscar enriquecerse, busca perpetuar su cota de poder y en vez de enfocarse en tomar decisiones que enriquezcan su país, anteponen todo para que su partido sea reelecto en las próximas elecciones y así prevalecer.
La democracia es la culpable de que tengamos a la clase política de la que muchos renegamos. Nuestro sistema, al hacerla competir constantemente, hace que los políticos se olviden que están ahí para administrar y buscar el beneficio social. Por eso, la próxima vez que no salga a tiempo la reforma laboral, no hay que olvidar, que la ineficiencia e ineptitud, es parte inherente de la democracia.