Salimos todos del Soriana con cautela, ya había varios zombies rondando el lugar pero no nos notaron. Caminamos con mucho sigilo y cuando el Nacho presionó el botón de la alarma para abrir el auto, todos contuvimos el aliento mientras escuchábamos el “beep beep” de la suburban. Al instante varios zombies voltearon su mirada hacia nosotros y corrieron hacia donde estábamos. — En chinga, todos pa’ arriba — gritó Diego. Su comentario no era necesario, ya todos estábamos arriba de la camioneta y el Nacho, haciendo gala de su concentración, la encendió y aceleró alejándonos del lugar.
¿Por dónde me voy? — preguntó el Nacho. —Depende de a donde vayamos muchachos. ¿A dónde quieren ir? — contestó Rodolfo con una sonrisa en su rostro. Su buen humor estaba regresando a pesar de la situación, sin embargo, tenía la mano sobre su pierna apretando su herida, evidentemente le dolía y estaba aguantando. Laura observó: — ¿A qué isla quieren ir?, entonces, el Mike intervino: — Yo creo que podemos ir una de la isla de Revillagigedo o… — ¿Si sabes qué eso está bien lejos no? — Interrumpió Liz. Mike continuó echándole una mirada de desprecio a Liz — …u otra que está más cerca es la isla María Magdalena, que está en Jalisco. El Luis y yo estudiamos esa madre desde hace un chingo, por si un día pasaba algo como lo que está pasando ahorita. Liz volteó los ojos hacia arriba — No creo que sea una buena idea. — ¿Entonces que propones? — le dije. De pronto se escuchó un sonido indicación de que habíamos atropellado algo. Todos pusimos atención y vimos que en la calle había cientos y cientos de zombies corriendo hacia nosotros. El Nacho iba callado, serio y estaba sudando, pero tenía las manos firmes en el volante: — No se preocupen, los vamos a atropellar a todos. — Son un chingo — dijo Diego. —No hay pedo — dijo el Mike — si la armamos bien, síguele dando maniaco.
Cada vez se juntaban más zombies y el carro los atropellaba, pero algunas veces estaban muy cerca. Un zombie alcanzó a golpear el vidrio de la puerta izquierda de atrás con tal fuerza que el vidrio se estrelló, Laura y Luisa gritaron al mismo tiempo — No se ve bien Nacho — dije aceleradamente — salte de Revolución, salte, salte … — empezó a decir Laura con desesperación. El Nacho contestó — Aguanten, no se puede, vamos por en medio, si doy vuelta vamos a perder velocidad.
La suburban saltaba de repente, como cuando pasas topes a gran velocidad, por los zombies estábamos atropellando.
Nos estábamos acercando a Reforma y Nacho dijo: — Aquí voy a dar vuelta en chinga, está bien ancha esa calle. Laura intervino — No la des tan rápido, nos podemos voltear. Todos los demás estábamos callados, observando el camino y viendo a los muertos vivientes. La imagen era hipnótica, seres putrefactos, algunos con un ojo saltado, otros sin mandíbula, otros más arrastrándose porque no tenían piernas, la ciudad en completo silencio, sin ningún otro automóvil a nuestro alrededor, salvo los que estaban estacionados y algún otro en llamas.
¡Fierro! — dijo el Nacho cuando dimos vuelta en Reforma a gran velocidad. Algo salió mal, justo cuando el carro giró atropellamos un zombie o un ser humano muerto que yacía en el piso, lo cual hizo saltar la camioneta de tal forma que se elevó y giró hacía su izquierda volteándose e impactando directamente con el lado del piloto en el pavimento de Reforma, raspó fuertemente haciendo un chillido que fue acompañado de un par de chispas resultado de friccionar el metal y el concreto.
Yo y Laura éramos los más pegados a la ventana derecha, que también se había roto. No obstante, todos estábamos encima el uno del otro, golpeados y un poco aturdidos. Pregunté a Laura — ¿Estás bien?, ella me contestó rápido — Sí, y apretó mi mano. Escuché al Dogo decir — Hay que salir rápido, muévete Mungs. Me apresuré a salir por la ventana y saltar del carro. Salió Laura después, seguida del Dogo que jaló a la Luisa hacia afuera, Luisa se agarraba la mano izquierda con la derecha, todo indicaba se había torcido la mano. Salieron todos los demás aparentemente sin ningún rasguño, excepto que al final salió el Gera, que tenía un chingo de sangre en la boca, todos se hicieron para atrás asustados. Él nos observó y escupió sangre y varios dientes al suelo y dijo — No me pasó nada. El Mike dijo: — No mames, como que no… — No hay tiempo para eso muchachos— dijo el Rudo señalando hacia un grupo de zombies que corría hacia nosotros. Mireles empezó a disparar clavos, el Mike le cortó a un zombie la cabeza con un cuchillo de carnicero cuando éste se le abalanzaba, Laura había logrado derribar uno con el bate y machaba sin piedad su cabeza. Al mismo tiempo, todos estábamos tratando de correr y movernos, golpeando y retrocediendo, esquivando y retrocediendo, la desesperación se estaba apoderando del grupo.
¡Corran, corran! — gritaba el dogo mientras le hundía un bate a un zombie en la cabeza y Luisa gritaba atrás de él. No se veía nada alrededor y nos estaban rodeando.
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