jueves, noviembre 29, 2012

El ciclo de Kara Thrace: una Diosa sudada


La luna acechante y precoz, lanza su magia plateada brillante,
si tan sólo el metal decidiera ser transparente, sin tan sólo la sonrisa de Kara
no reflejara más luz que la luna, así,
las esferas del universo resonarían
como una sola melodía apabullante.

Las flores de Cáprica decoran y dan profundidad al amor,
si tan sólo durara un segundo, sin tan sólo Kara no fuera
eterna como el universo, así,
los bosques se volverían difusos
como átomos elefantes sin color.

Si tan sólo Kara, sin tan sólo,
Si tan sólo no robaras respiraciones por la noche
o activaras borbotones sin reproche,
Si tan sólo Kara…

 
Descansado frente a un piano imaginario, Kara puede verse en varias presentaciones. Luces centellantes causan sudoración fría, nuevamente, todo o nada. Aniquilación o exaltación. Su mirada fija en un objetivo, una llama de fuego puede verse, la chispa que la mueve, el óxido de metal, el rojo palpitante, la muerte.

La máxima concentración provoca evaporación lípida. Difícil de lograr, pero la adrenalina, la falta de miedo y la fuerza son sus aliadas. Nunca más miedo. En ese sentido se mueve, sin razón, sin simpatía por ella misma. La respiración como un eco en su casco, las estrellas del universo saludándola, la ingravidez de su cuerpo y la desesperación por matar o ser matada.

Como una estrella que explota, el cylón despareció en una llamarada de microuniverso, Kara sonríe; supera nuevamente las expectativas: es la mejor. La meta personal es una cosa, pero nuevamente, la ingravidez ya no solo se siente en el exterior, sino en sus entrañas.

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